«Toitico»: el hombre al que el coraje y el humanismo de Abel salvó

Fragmento del artículo de la periodista Marta Rojas publicado el 22 de junio de 2013 en el diario Granma bajo el título, “Hechos del Moncada: tres voces reveladoras”.

El primer detenido el 26 de Julio de 1953, ingresado en el cuartel Moncada, fue José Villa Romero, Toitico para el pueblo santiaguero, exjefe de la Policía de Santiago de Cuba durante el gobierno constitucional del doctor Carlos Prío Socarrás, hasta el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.

JOSÉ VILLA ROMERO, AL MOMENTO DE LA ENTREVISTA, VARIOS AÑOS ATRÁS.

A Villa Romero le habían puesto el sobrenombre porque cada vez que había algún incidente que involucraba a personas vinculadas a actos delincuenciales, daba la orden: «toiticos van presos».Luego del triunfo de la Revolución entrevisté a Toiticoa quien había visto en el juicio entre los políticos de la oposición involucrados en el proceso del Moncada (Causa 37) aunque nada tuvieron que ver con los hechos revolucionarios del 26 de julio en Santiago y Bayamo.

Aproximadamente a las siete de la mañana de aquel día, Villa Romero fue conducido preso al Moncada, por un teniente del ejército que lo detuvo en la puerta de su casa, cerca del Cuartel, la misma que habitaba cuando era Jefe de la Policía. El régimen de Batista lo consideró «lugarteniente» de Prío y hasta «autor-jefe» del asalto al cuartel. Obviamente en el registro que hicieron en su residencia a la hora de la detención, encontraron uniformes de oficial de la policía e incluso su arma de reglamento.

Lo introdujeron de inmediato en uno de los calabozos de la fortaleza.

Los hechos según sus palabras:

—El teniente Piña, El carnicero, como lo llamaban porque había dos hermanos Piña en el ejército, traía a otros detenidos al calabozo. En el primer grupo de presos que él trajo venían Juan Manuel Ameijeiras, Boris Luis Santa Coloma y como cinco más (debo decir que conocí sus nombres mucho después) y entre los primeros traen a Abel con las manos así, detrás del cuello. Piña, al verme, cuando entró con Abel, me dijo una insolencia y montó el rifle para matarme dentro del calabozo.

Villa Romero, emocionado, sigue narrando:

—Esa es una de las cosas por las que yo digo que considero a Abel Santamaría como uno de los hombres más humanos que he conocido, porque ese hombre, Abel, se paró delante de mí, en la puerta del calabozo y dijo:

«¿Cómo ustedes van a asesinar a un hombre así? ¡Este hombre no viene con nosotros!».

—En ese momento Abel se confiesa culpable del ataque por tal de que no me fusilaran a mí. «¿Entonces tú sí viniste, eh? … con palabrotas, dijo Piña. «Sí, yo vine pero ese hombre no, ¿cómo va asesinar a un hombre por gusto?», le contestó enérgico Abel. Ese hecho le da tiempo a Cándido Wilson (otro militar) para decirle a Piña que a mí me habían detenido en mi casa y que mi nombre ya estaba asentado en el libro de registro del Cuerpo de Guardia en el Cuartel. Por primera vez yo veía a ese muchacho y eso me quedó grabado para siempre.

Yo le debo la vida a Abel Santamaría. Desde que encontré un retrato de Abel lo conservo en mi casa.

—Un soldado de apellido Batista y el sargento González, apodado El tigre le echaron una llave a Abel en el cuello; después el soldado le pinchó un ojo con la bayoneta. Fue una cosa tremenda, aquello que yo vi, y Abel no dijo nada ¡ni así! eso fue a la salida del calabozo. Ahí fue donde le metieron el primer bayonetazo por el ojo supe que el crimen se consumó en la caballeriza. Allí en la caballeriza había una pared grande que fue donde los mataron.

Otras horribles «hazañas» del sargento Eulalio González, El Tigre, fueron descritas por Fidel durante su alegato en la salita de las enfermeras del Hospital Civil, el 16 de octubre de 1953.

 

 

 

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