Por Coronel Antonio Ramón Barreiro Vázquez.
Doctor en Ciencias. Profesor e Investigador Titular / 22-04-2014
La guerra, desde hace mucho se sabe y se repite en definiciones, es ante todo un fenómeno político y no exclusivamente militar.
Martí en las páginas del periódico Patria escribía: “La guerra es un procedimiento político”. Y, el general prusiano Karl von Clausewitz, en la primera mitad del siglo XIX subrayaba: “[…] la guerra no constituye simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de esta por otros medios”.
La Guerra No Convencional nos pone hoy ante un fenómeno en el cual la lucha armada aparece, solo si el objetivo político de desestabilizar países y derrocar el o los gobiernos seleccionados, no es alcanzado en sus etapas o “fases” precedentes.
Sus fuerzas convencionales, las de sus fuerzas armadas, las de coaliciones y/o el empleo de “contratistas”, solo afloran cuando las que instigaron, fomentaron, entrenaron y llevaron el peso de los combates, es decir las fuerzas mercenarias y contrarrevolucionarias armadas, ya hayan preparado el terreno, lo que crea condiciones para, con el menor número de bajas y de costo político, proclamarse vencedores.
Actualmente el mando militar de EE.UU. ha rescatado este concepto y le ha dado un lugar privilegiado en su doctrina militar. La Guerra No Convencional aparece escondida en un mar de términos que van desde Guerra Híbrida, Guerra de Cuarta Generación, Guerra Irregular, Conflicto de No Guerra, Poder Blando, Poder Inteligente, Huella Ligera y otros tantos que son, ante todo, una burda manipulación con la cual se somete al lenguaje, empleando tonos engañosos que pretenden dar la apariencia de fenómenos “benignos”, con la intención de que estas guerras, a diferencia de las otras, no se vean de igual forma.
Las guerras “convencionales” ahora las presentan como poderosas, pero el espectáculo lo toman con vistas panorámicas, en las que el hombre y la mujer no se ven, los heridos y muertos no aparecen o son solo números y lo apreciado es un lejano “bello” espectáculo de luces y “efectos” de humo.
Mientras, las guerras no convencionales las acercan. Como aparentemente no son de ellos, muestran las atrocidades “de otros” en el empleo de botellas incendiarias, calles revueltas y madres sufriendo las pérdidas. Presentan el drama, la tragedia humana y el horror de la guerra, como si fuera solo de este tipo de guerra en la actualidad y no una propiedad inherente a toda guerra. Por otra parte manipulan la información y publican cuanto quieren y las imágenes contrarias a sus objetivos no tienen espacios informativos.
En la Guerra No Convencional se prioriza el uso de los instrumentos de poder no armados, por encima de los propiamente militares. Con ello se nos hace más evidente que las guerras –y este tipo en particular difundido hoy–, es un asunto de Estado. Son instrumentos políticos y no solamente militares, donde el lugar y papel de las ideas, modelos, formas de pensar y actuar, la cultura en general, pasan a primeros planos.
Esta, en esencia, redefine cómo EEUU procuran alcanzar sus objetivos estratégicos. Es una guerra en la que predomina, la subversión en general y dentro de ella la subversión político- ideológica. Se realiza a través de la guerra psicológica e ideológica, las que de conjunto conforman la guerra cultural.
Resultaron estas, precisamente, las armas esenciales empleadas contra la URSS y el extinto campo socialista. Son las utilizadas y esgrimidas contra Cuba y los países progresistas u otros que simplemente se convierten en obstáculos para sus objetivos imperiales.
Subversión y más subversión.
Una de las definiciones, que ellos presentan de Guerra No Convencional es la siguiente: “[…]conjunto de actividades dirigidas a posibilitar el desarrollo de un movimiento de resistencia o la insurgencia, para coaccionar, alterar o derrocar a un gobierno o tomar el poder mediante el empleo de una fuerza de guerrilla, auxiliar y clandestina, en un territorio enemigo”.
Según la Circular de Entrenamiento 18-01 del Ejército de EE.UU., documento doctrinal básico sobre este tipo de operaciones militares, “[…] la subversión socava el poder de un gobierno […] al divulgar que es incapaz de gobernar con efectividad”.
Ese propio documento subraya la necesidad de asegurar previamente un conjunto de condiciones facilitadoras, entre las cuales destacan el sistema de subversión general y de guerra cultural al cual someten al país de interés. Por otra parte, en cada una de sus fases y etapas de desarrollo de una campaña de Guerra No Convencional, está presente la subversión político-ideológica, que abarca la guerra ideológica y psicológica en general, o dicho de otro modo y circunscrito al ámbito militar, las Operaciones de Información Militar y su más importante componente, las operaciones de Apoyo de Información Militar.
De modo general, un esfuerzo de Guerra No Convencional trata de desviar el foco de atención, de los militares por la población, sujeto este último que tradicionalmente se nos intenta presentar como un actor “ajeno” a la guerra. En su base subversiva está el logro de estados de insatisfacción política, económica, social y, sobre su base, escalar nuevos peldaños, incidir en el cambio de formas de pensar, fomentar aspiraciones ajenas y que vean en ellas y las asuman como formas de autorealización personal.
También que las identifiquen con estados de libertad e independencia, alteraciones de valores y de sus jerarquías, reformas o transformaciones en las concepciones ideológicas en la cual se sustenta la estabilidad y el futuro de la nación.
Con ellas incrementan los niveles de actividad y siempre se hacen acompañar de la agitación y la propaganda, que incidan en el fomento de euforia política y psicológica y en el descrédito del gobierno. Se proponen la creación de estados de opinión que contribuyan a la desestabilización y la ingobernabilidad.
Un lugar básico se lo asignan a lograr incidir y captar adeptos –conscientes o no – en las filas del gobierno, de las fuerzas armadas, el orden público y en organizaciones nacionales de todo tipo, a la vez, incentivar la aparición de manifestaciones, huelgas, boicot, sabotajes, disturbios públicos, entre otros.
Lo anterior evidencia que en el contexto de una Guerra No Convencional, tales grupos subversivos, ya sean armados o no, nada tienen de ciudadanos civiles, aunque como tal nos los presenten los medios de difusión al servicio del imperialismo transnacional y las oligarquías nacionales, pues de hecho se convierten en “sujetos de la guerra” y en consecuencia los protagonistas de esta forma de agresión.
En un próximo acercamiento al tema, continuaremos desentrañado cuánto de subversión político-ideológica y guerra cultural se esconde dentro de este renovado planteamiento doctrinal de la Guerra No Convencional.