Tomado del Facebook de Carlos Aristides Luque.
Como no soy economista, sino repito, un ciudadano común y corriente que sí se interesa por entender la política económica de su país y en lo posible del mundo capitalista, claro que me puedo equivocar, pero en ese caso sólo deseo motivar a otros a que procuren aprender y formarse criterios propios, documentados, cotejados, y pensar y opinar sin temor a equivocarse, para que actúen y decidan en consecuencia como ciudadanos conscientes porque como recordó nuestro presidente todos somos responsables de nuestra revolución. La única y verdadera libertad de elección radica en el conocimiento.
Así pues declaro que tengo la intuición de que se extrapolan (y se quieren imponer) fenómenos propios del modo en que funciona y está organizada la economía de mercado capitalista a nuestro país, o a cualquier proyecto social que se proponga un proyecto socialista, anticapitalista.
Creo que eso ocurre con el fenómeno llamado “inflación reprimida”. Comentaremos.
Pero antes notemos que si, como concluye la lógica, – a partir de las conclusiones de las propias premisas de nuestro comentado economista ante un eventual control de precios en Cuba, – según la cual “…las restricciones de precios no habrían “tocado”, en lo más mínimo, las causas subyacentes de la inflación: un nivel de oferta inferior a la demanda. Tampoco habrían enviado la señal que se necesita para resolver el desbalance”, es porque está aplicando su “principio” como un universal invariante: no se elevaría la oferta (no se producirían más bienes y mejores servicios) porque el empresariado productor no se vería entusiasmado a vender al mismo precio ante una mayor demanda y más dinero en posesión de los consumidores: no podría aumentar, aprovechando la oportunidad, sus ganancias, incluso aunque sus costos no hubieran aumentado.
Es lo que ocurre en una sociedad de mercado, pero, ¿por qué tendría necesaria y fatalmente que ocurrir en una sociedad que se proponga el socialismo con la utilización del mercado?
Invito a los economistas que respondan a esta pregunta: ¿Por qué un socialismo con mercado tendría que doblegarse ante los pies de una ley que no es tal en su pretendida objetividad fatal, que no se impone como un rayo venido de un Zeus castigador, una reprimenda trágica de los dioses, ante lo cual no hay nada que hacer, sino aceptar la culpa y hacer catarsis después del reconocimiento trágico, una ley que simplemente se origina en la motivación del egoísmo y el lucro, pues según el argumento del economista como ya hemos visto, es que aquí ocurre que el interés de aprovechar la oportunidad de obtener mayores ganancias es esa misma ley, cuando funciona más allá o acá de la aritmética económica que, efectivamente, sí hay que obedecer, por lo menos en esta civilización del crecimiento vertiginoso, y que exige, para que haya la inevitable ganancia empresarial, que se suban los precios si se suben los costos? Así, nuestro pensador piensa y propone, advierte y profetiza como un economista que se mueve en una realidad capitalista y que no se puede proponer, preso del círculo infernal de esa realidad y de sus presupuestos teóricos, sino acudir como explicación y propuesta a lo ya dado, lo que es fatal, ante lo cual no podemos rebelarnos. Pero no es así como debe funcionar la empresa socialista en la que por cierto, no cree. La empresa socialista, como cualquier empresa, debe obtener ganancias, sí, pero no por el mero cálculo de que si la demanda es superior a la oferta y le cuesta lo mismo producir, tenga que aumentar el precio para explotar la coyuntura. Nuestro economista teoriza para, o partir de, otro proyecto.
El fantasma de la inflación reprimida.
Y un ejemplo de lo anterior, tiene que ver con la admonición que hace de la ocurrencia de la inflación reprimida en Cuba, si se controlan algunos precios para que el actual aumento salarial no se diluya en la inflación. Es probable que el adjetivo de “reprimida” parece inspirado en el psicoanálisis. Veamos.
Así como el psicoanálisis postula la emergencia eventual en forma de síntomas neuróticos o psicóticos, hacia la esfera consciente del ser humano, de impulsos antes reprimidos en el subconsciente, así ocurriría a la economía si, al someterla a un control o congelamiento de los precios, de algún modo la inflación estaría sólo “reprimida”, y en cualquier momento haría una eclosión catastrófica. En efecto, eso ocurre en los países capitalistas por la aplicación, inevitable, de sus propias leyes. Cuando por ejemplo, en épocas previas a las elecciones, o cuando se quiere maniobrar en la frágil embarcación de las crisis de “gobernabilidad”, buscando un equilibrio de los indicadores macroeconómicos, se aplican políticas de contención de precios.
Pero es lógico que en economías de mercado de los países esencialmente capitalistas que establecen lazos crediticios de endeudamiento con los organismos internacionales como el FMI, en que existe la gran propiedad privada con fuertes lazos dependientes de las transnacionales y estados que moderan y permiten la supervivencia de ese tipo de sistema y propiedad, después de la inflación contenida mediante algún mecanismo de control de precios -, en combinación con los tarifazos o paquetazos a lo Macri mediante, como por ejemplo, ocurre en la Argentina actual, – las entidades formadoras de precios a la primera oportunidad se precipiten a resarcirse y elevarlos. Así, la inflación contenida durante un tiempo llega a manifestarse, se inicia otro ciclo de amenazas sobre el crecimiento (léase amenazas a las ganancias del capital), mientras a su vez urgen la implementación de medidas que logren el imposible irracional de mantener en alza la tasa de ganancia del capital y, a la vez, salarios que aseguren la maximización de las ganancias, niveles de empleos y precios que aseguren la demanda, y realización en el mercado de sus mercancías. La irracionalidad de ese estado de cosas se experimenta hoy en toda su magnitud cuando según los propios economistas del sistema no se acaba de salir de la crisis que estalló desde el 2007, se ralentiza cada vez el crecimiento mundial y asoman ya los signos indelebles de otra gran conmoción en curso.
[No obstante, la inflación en esos países suele ser galopante, y es frecuente que padezcan otros problemas, que ni los mismos economistas saben explicarse a partir de sus presupuestos y teorías, y mucho menos encontrarles remedio sano, como ocurre con esa pariente diabólica que se conoce como estanflación, una combinación “ilógica” (porque si la realidad no se adapta a la teoría, entonces peor para la realidad) entre inflación y recesión o decrecimiento económico, es decir, cuando ambas cosas ocurren a la vez y producen una delicada situación de intensa crisis.
Porque según la teoría económica neoclásica, cuando en un país comienza a experimentarse un estancamiento o decrecimiento sostenido de la economía por un tiempo determinado, no debiera ocurrir un alza de los precios al consumidor. Pero, si a la vez, además, ocurre una inflación, entonces el círculo vicioso se torna diabólico, pues en situaciones como esa las empresas despiden trabajadores y rebajan salarios, lo cual provoca que la demanda efectiva general siga en picada, lo que a su vez frena cada vez más el “estímulo” para la recuperación y la inversión.
Es la irracionalidad del sistema mercado capitalista en todo su esplendor, que ocurre también en la deflación o caída de los precios (cuando no hay decrecimiento, sino cuando hay insuficiente demanda, o cuando ocurre un exceso de oferta. Entonces si se pretende realizar la mercancía deben bajarse los precios, cuando no se vierten o destruyen los bienes, que también suele ocurrir. Pero como también la empresa privada capitalista a causa de la demanda insuficiente o el exceso de oferta, experimenta una rentabilidad a la baja al tener que bajar los precios, acude a los despidos y recortes, sigue por lo tanto bajando la demanda, y la serpiente se muerde la cola. Los problemas ocurren tanto si la oferta es mayor que la demanda, o que la disposición a consumir sea insuficiente).
Sin embargo, en la estanflación ocurren ambas cosas a la vez: una caída brusca e insistente de la producción, menos oferta, -si la oferta es inferior y la demanda también se resiente, ¿qué debe pasar con los precios? O mejor pregunta, ¿cuál es la solución?
Lo racional, pero netamente anticapitalista, sería una política de pleno o mayor empleo, aumento de salarios, elevar la capacidad de consumo, aumento de la demanda, beneficios sociales, algo ya experimentado por el genio de Keynes, y aplicado también en la llamada era de la economía del Bienestar de postguerra, (para enfrentar al fantasma del comunismo), pero que ya no da resultados… Por el contrario la ley del mercado capitalista acude a los despidos, recortes sociales, ingresos a la baja, flexibilidad laboral, flexibilización cuantitativa, hasta tasas de crédito negativas (interés menos cero para estimular el préstamo bancario y la inversión, salvataje gubernamental de los bancos que son muy grandes para quebrar, pero que en vez de invertir en la economía real, siguen haciendo lo mismo o peor, es decir, invirtiendo en el juego burbujeante de la bolsa o creando instrumentos financieros que fueron los que provocaron el actual ciclo de crisis) y, siempre que no sea letal, subida más o menos vertiginosa y sostenida de los precios… Cuando los economistas de este corte buscan una explicación a todo esto, resulta que la encuentran en que la intromisión del estado no ha respetado la teoría, es decir, la culpa es de los subsidios estatales, el establecimiento de salarios mínimos, etc., en resumen, todo aquello que estatalmente (el patito feo de los neoliberales) se inmiscuya en la perfecta perfección que sería el mercado si no se atentaran contra la teoría y se le dejaran libres las manos invisibles y prodigiosas que todo lo resuelven y equilibran.
[Para que se comprenda mejor que teorizar un proyecto socialista, y mucho menos usar los principios de la económica neoclásica para indicarle qué hacer, tengamos en cuenta cuáles son los mejores remedios que dicha teoría propone para estas enfermedades provocadas por no respetar la propia teoría: flexibilización laboral (léase el eufemismo elegante para eludir hablar de puestos y contratos de trabajo precarios, parciales, y oportunidad legal y expedita de despidos), libre competencia, mínima intervención estatal, una educación general principalmente de perfil empresarial, fiscalidad promotora del incentivo emprendedor, etc. ¿Se parece a algo conocido?
Pero hasta aquí la digresión. Si Ud. lee los textos de ciertos economistas, lleve al cinto la pistola de la curiosidad y la lectura, y sáquela a la mínima oportunidad, o acabará convencido de que pese a todo vive en el mejor de los mundos posibles, o por lo menos que, siendo tan feo, no hay alternativas, para beneplácito de los poderosos, pues acabará apoyando sus teorías o sistemas de vida, si es no se hunde y refugia en la indiferencia apolítica, que también les conviene, y mucho más.]
Pero volvamos a encarar al fantasma de la inflación reprimida que amenazaría a la economía cubana a raíz de los aumentos salariales, una oferta restringida y alguna política de control de los precios. El caso es que nuestro comentado economista ya se había referido a este concepto, al menos que yo haya leído, en el 2018. Entonces abordaba el análisis del plan del 2019 desde la perspectiva del consumo, proponiendo, entre otras preguntas la siguiente: ¿Qué posibilidades habría de modificar la relación precios- salarios en 2019?
Entonces opinaba que “…la función del consumo como variable de “ajuste” ofrece una explicación plausible acerca de por qué no pueden planificarse hoy en Cuba aumentos sustantivos de salarios estatales ni reducciones significativas de precios.” Aunque aceptaba, cautelosamente, que el tema era discutible y los especialistas podían debatir otras explicaciones. El “ajuste” se refería a la política cubana de equilibrar las posibilidades de consumo, la relación entre la oferta y la demanda, fijando los precios y los salarios ex ante, de manera que “la combinación de estos (conllevara a) un nivel de demanda efectiva que se corresponda con el nivel de oferta que puede ser generado en un contexto de restricciones del “lado de la oferta”, y que ello no significaba una crítica a la regulación económica, que consideraba necesaria.
Aunque como vemos en el párrafo anterior, en ese momento se está razonando “por qué no pueden planificarse hoy en Cuba aumentos sustantivos de salarios”, acto seguido acepta que “pudieran producirse aumentos en los niveles absolutos de los salarios y del consumo”, dado que el crecimiento del PIB cubano ha ocurrido aumentando precisamente, el consumo. O podría verificarse como un aumento de ambas categorías como por ciento en relación al PIB. La aclaración es cautelosa, porque puede ocurrir, como acaba de ocurrir, pero algo contradictoria con la un poco tajante afirmación anterior. Se comprende que la imposibilidad anterior se refería en relación a cómo el plan cubano procura el “ajuste”. Pero continuemos.
El caso es que además del mecanismo anterior, a saber y muy sucintamente, ajustar la demanda a la oferta por medio de los precios administrativamente fijados, el autor menciona entonces que “también (podría incluirse) la utilización del llamado mecanismo de “inflación reprimida” mediante el cual se mantienen los precios de una serie de productos y de servicios a niveles reducidos, usualmente por debajo del costo de producción” para de inmediato llamar “la atención respecto a una notable característica del mecanismo de “inflación reprimida”: este tiene un efecto inmediato y positivo en cuanto a asegurarle un “piso” al poder de compra, algo que impide el empeoramiento de los niveles de pobreza y de desigualdad y que por tanto es socialmente justo y políticamente positivo” y finalmente advertir que pese a ello eso “no resuelve las causas económicas subyacentes de la inflación”.
A partir de allí el objetivo fundamental del artículo es presentar un ejercicio especulativo, calculando posibles aumentos de salarios y los volúmenes de oferta que ello implicaría para poder satisfacer el aumento del poder adquisitivo resultante y de paso “identificar los límites del consumo en el marco del modelo actual, verificar si esos límites plantean contradicciones insalvables con las metas de bienestar del modelo, y proponer las soluciones que –comenzando en 2019- pudieran progresivamente resolver las contradicciones, eventualmente mediante una progresiva modificación del modelo.”
No es posible seguir aquí toda la extensa exposición, basada en las cifras de un probable aumento salarial, la producción, “la cara de la oferta”, necesaria para afrontarla. La pregunta especulativa de partida es:
“¿Pudiera incluir el plan de 2019 incrementos sustantivos de los salarios estatales y reducciones notables de los precios de consumo?”
Conociendo las tesis del autor, el lector ya adelanta algo de las artes y posibles conclusiones. Primeramente es notorio que identifica dos vías mediante las cuales comenzar a buscar la respuesta a la pregunta: mediante el incremento de los ingresos, aumento de salarios, y reducción de precios para mantener el valor real del beneficio salarial. Casi exactamente lo que acaba de ocurrir, pero…casi. Ahora no se habla de reducción de precios, pero nótese que en esa especulación todavía no asoma su oreja la inflación reprimida…hasta que hoy ocurre el aumento salarial (donde menos lo esperaba el economista, en el sector presupuestado) y la posible política no de reducir los precios, sino de impedir que aumenten. Entonces sí comienza a preocupar que el genio se salga de la botella. Y cambia el tono inmediatamente. (Continuará…)