Por: Jaime Zayas.
El pasado 20 de noviembre, el economista Juan Triana publicaba en su columna en OnCuba un artículo sobre la tentativa de “propietarios privados” que “(…) están decididos a explicarle a Mr. Marco Rubio, que las medidas por él recomendadas hacen daño a este naciente sector privado y en general al sector no estatal cubano.”
En dicho artículo, el economista hace un análisis sobre la base de estadísticas de cuanto puede dañar y cuanto ha dañado a la economía cubana (con especial en el sector no estatal) las medidas adoptadas por el Amantísimo Señor Trump tras la patética excusa de los supuestos “ataques acústicos”. Y aunque plantea que la intención de estos “propietarios privados” es loable, sentencia que pretender “hacer oír a quien no quiere” no basta. Estas acciones deben ir compaginadas con un esfuerzo por “(…) ser audaces (…) diversificarnos más en cuanto a mercados y suministradores, hasta mejorar las “reglas del juego” dentro de las cuales nuestros agentes económicos tienen que desenvolverse”.
Cierra Triana con un llamado: “Pienso que hay espacio suficiente para demostrar que el dúo Rubio-Trump estuvo, está y estará equivocado con relación a sus aspiraciones esenciales. Es la hora de la marcha unida, podríamos repetir junto a José Martí.”
El artículo del economista es una crítica a la postura de la administración Trump y propone, de forma abstracta, un conjunto de medidas para afrontar esta nueva situación. Medidas que, por supuesto (en tanto obedece a la línea editorial de OnCuba Magazine), apuntan a una mayor liberalización de la economía.
Aunque se puede estar de acuerdo o no con lo propuesto por el Doctor en Ciencias Económicas, lo cierto es que su artículo apunta como causa a la agresividad del gobierno norteamericano, y como efecto (deseable para él) la flexibilización de normas y “reglas del juego” en torno a la actividad mercantil privada.
Pero al consejo de editorial de OnCuba no le pareció suficiente.
Al día siguiente, el 21 de noviembre, se publicó el artículo “No es con Marco Rubio, es con el gobierno cubano”. Su autor, Oniel Díaz Castellanos, es cofundador de AUGE, una empresa de asesoría en negocios. Según OnCuba, es licenciado en Biología, tiene además una maestría en Relaciones Internacional y un diplomado en Comercio Exterior.
En su artículo, Oniel Díaz plantea que las acciones de lobby en los Estados Unidos de algunos emprendedores cubanos (y algunos empresarios y políticos estadounidenses) “han apuntado a la diana incorrecta para disparar”. Según él, el problema principal es la postura del gobierno cubano hacia el sector cuentapropista.
¿Y el bloqueo? ¿Y las sanciones del Amantísimo Señor Trump? Bien, gracias.
Lo importante para el biólogo/diplomático/comerciante/especialista en marketing es que se “tome conciencia” sobre el verdadero culpable: el gobierno cubano. “(…) La mayor tragedia para nuestro sector no es Trump. Él es una más. La mayor tragedia son las regulaciones restrictivas y contradictorias bajo las cuales nos desempeñamos. Es el triste hecho de que, en el fondo, seguimos condenados al subdesarrollo por nuestra propia mentalidad.”
Oniel Díaz habla sobre temas “como la necesidad de un tratamiento fiscal más realista, la capacidad de importación, la creación de pequeñas y medianas empresas” (que ya están reconocidas, según la Conceptualización aprobada ya por la Asamblea Nacional); e incluso cae en contradicciones cuando dice: “Sustituyamos la prohibición por la autorización”, para luego enunciar: “El propósito de escribir hasta el más mínimo detalle del alcance de las actividades autorizadas a realizar de manera privada, debería ser cambiado por un listado claro de las que no se pueden realizar por intereses nacionales superiores, políticos, económicos o medioambientales.”
Por fin, ¿cuál es la solución, Oniel? ¿Prohibir o autorizar?
Concluye el artículo con una sentencia: “El disparo, si se quiere acertar, tiene que ir al centro del blanco.” Y el centro del blanco son para el autor las regulaciones sobre la actividad mercantil privada, no las sanciones estadounidenses, el bloqueo o la postura injerencista y retrógrada de políticos como Marco Rubio.
Si el gobierno tomó la decisión de suspender el otorgamiento de licencias para cuentapropistas, no fue por aversión al sector no estatal (privado, si nos fijamos en la terminología defendida por la Conceptualización), sino por una necesidad de revisar y readecuar muchas dinámicas distorsionadas y prácticas antijurídicas que se venían dando en ese campo. Y si la marcha ha sido lenta en el proceso de implementación de Lineamientos y actualización del modelo en general, no ha sido por un regodeo masoquista del Estado cubano en sus problemas económicos, sino para evitar que “el remedio sea peor que la enfermedad”.
Que OnCuba defienda las iniciativas privadas, la liberalización económica y el auge de comerciantes y emprendedores, no es nuevo. Se puede disentir o no con esa postura. Pero lo que sí es inadmisible es que se obnubile la perniciosa campaña urdida por los sectores más reaccionarios de la derecha miamense y promulgada por la actual administración, moviendo el foco de la atención hacia supuestas “falencias” de nuestro marco jurídico.
Sí, es con el gobierno cubano, pero junto a él contra todo aquel que pretenda asfixiar al pueblo cubano, contra todo aquel que intente sojuzgarlo, contra todo aquel que pretenda limitar o desvanecer su soberanía.
Mirar siempre hacia afuera y no repasar en los problemas internos es una grave falta. Pero “voltear el catalejo” y pretender que no existe un entorno hostil y un enemigo declarado es un acto de bajeza y de leso patriotismo.