El 24 de febrero de 2019, la Republica de Cuba se sometió a un referéndum constitucional. El mismo ponía en vigencia una nueva constitución que si bien se instauró con aires de renovación, también lo hizo con el precepto de continuidad al legado de nuestros mártires, y en especial del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, líder histórico e indiscutible de nuestro pueblo.
El mismo pueblo que decidió con más del 86% de los votos mantener el camino hacia la construcción de un socialismo próspero y sostenible. El pueblo decidió y lo plasmó en la ley de leyes, la Constitución de la República de Cuba.
Con que moral osan señalar a la Revolución Cubana tales impresentables que hablan de libertad de expresión y son megáfonos del imperio.
Todo parte de un show mediático financiado y promovido desde el exterior, es decir desde los Estados Unidos. Si bien suena repetitivo lo antes mencionado, no deja de ser una verdad rotunda.
Son lo mismo con más de lo mismo, algunos ignorantes que por cuatro pesos son capaces de todo. Otros, por otro lado, se basan en un análisis plano para reclamar ciertos derechos humanos, que de por si ya gozan todos los días.
El tema de la libertad de expresión siempre va a ser un detonante, puesto que es un concepto un poco controversial. Para muchas personas la libertad de expresión se traduce en «decir lo que te da la gana, a quien te da la gana, y como te de la gana».
Por otra parte, para otros involucra el arte como expresión de lo más profundo de la esencia humana, como un proceso metafísico que se materializa tanto en palabras, como en lienzos, obras de teatros, cine.
No obstante, desde una opinión personal no creo que utilizar los símbolos patrios como la bandera para grabar videos mientras se hace de vientre, o pintar con sangre de animal los bustos del Apóstol José Martí, pueda ser considerado libertad de expresión o arte.
Además, lo anterior es considerado desde el punto de vista legal un delito que viola la ley No.128 de los símbolos nacionales de la República de Cuba. Dicha ley, ratificada por la mayoría del pueblo en la nueva constitución.
Ciertamente, tiene que haber un límite en cuento a lo que se puede y lo que no, pues personas intencionadas a hacer daño se podrían aprovechar de las grietas de nuestro sistema económico, político y social, aún en perfeccionamiento, para promover el odio y la división.
Un cubano no debe agredir a otro cubano, los problemas que tenemos como sociedad se deben discutir en la patria, sin injerencia de terceros y menos si son personas que son financiadas para promover determinados objetivos de determinada agenda, ajena a nuestra sociedad.
Los artistas y jóvenes intelectuales deben discernir entre personas que quieren lograr ciertos logros sociales y sectores que se aprovechan de verdades que existen en nuestra sociedad para ganar dinero sin trabajar, a costa del sufrimiento del pueblo.
Estas personas no luchan por el arte, ni por la libertad de expresión, ni por los derechos civiles. Todo lo contrario, con sus acciones promueven el terrorismo y la desinformación, privando a el sector de la cultura de tener un dialogo serio en vistas de resolver problemas, criterios en contraposición, situaciones de incomprensión y de mala gestión empresarial dentro del gremio.
La cultura, desde mi humilde opinión, debe de ser diversa en contenido y forma, pero no puede dejar de representar a Cuba. Deben ser creados canales de dialogo, debe haber comunicación, al igual que se debe renovar y actualizar ciertas visiones y atemperarlas a los tiempos.
Todo esto se puede hacer sin la injerencia e intervención de terceras personas financiadas por organizaciones terroristas y ciertos delincuentes violentos que no están interesados ni en el arte, ni en la cultura.
Alejémonos de tales, unámonos, encontremos la manera, juntos, y sin que nadie extraño a nuestra bella isla trate de socavar nuestra heroica historia y cultura, la cual está fraguada en la lucha de todo un pueblo por ser libre e independiente.
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