Madre, gracias por enseñarme a amar a ese hombre eterno

Hasta siempre, Comandante.

Por Yurima Otero Góngora*. Madre querida, estoy muy triste pues un hombre eterno que me enseñaste a amar desde pequeña ha muerto. En estos días de tristeza he recordado mi hermosa vida de pionera, los actos en los que participaba, los comunicados que leía en inmumerables actividades.

Todavía puedo verlo bajando las escalinatas del Campamento de Pioneros 26 de julio en Varadero, cuando los pioneros vanguardias nacionales celebramos uno de sus cumpleaños. En estos días he sentido mucha nostalgia de esos tiempos hermosos, tiempos que fueron el punto de partida de mi formación como revolucionaria y mujer agradecida y feliz por vivir en este país. En Cuba, con sus imperfecciones, pues no hay obra perfecta, he sido la mujer más feliz del mundo.

Hoy, madre, te doy las gracias por el amor que me inculcaste hacia Fidel, gracias por el ejemplo de amor hacia él que siempre aprecie en ti y en nuestra humilde familia. Hoy estoy muy triste; pero puedes vivir eternamente convencida que esta mujer que formaste, tomando con referente esencial las ideas de nuestro Fidel, va a vivir y morir, cuando le toque, amándolo y recordándolo a cada momento de su vida.

Gracias nuevamente por enseñarme a amar a ese hombre eterno, digno, odiado, por los que no tienen la más mínima noción de lo que significa cordura, humildad y agradecimiento.

Yurima Otero Góngora es Doctora en Ciencias Pedagógicas y profesora de la Universidad de Holguín.

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