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Por Emilio Vera Da Souza
Supongamos que sea cierto…
Cuba, en medio de esta crisis sanitaria y económica mundial, decide venir a espiarnos y llevarse algunos secretos celosamente guardados en los centros concentrados de la elaboración del pensamiento, la ciencia y la tecnología argentinos.
Primero deberían encontrar donde están ubicados los centros donde se elabora pensamiento, donde ocultamente la ciencia investiga los asuntos más interesantes para avances de la conquista del mundo y donde aplican las tecnologías que nos permitirán dominar el planeta La Tierra… ¿dónde? se preguntan los espías cubanos.Y los que no somos cubanos, también.
Otro problema para los espías cubanos ¿quienes? Qué personas son las que, en forma disimulada y subrepticia, guardan los asuntos más interesantes del desarrollo intelectual argentino. Estarán en los medios de comunicación donde se muestra, muy camuflado, lo más elaborado del pensamiento nacional?
Estarán en las empresas que, para que nadie se de cuenta, pagan salarios de miseria, pero sus dueños tienen bien guardado en guaridas inexpugnables, los resultados de su esfuerzo y viven públicamente vidas superficiales y epiteliales para que los cubanos no se lleven su mejor producción?
¿Estarán en los partidos políticos los pensamientos más avanzados, ocultos para que la ambición y el egoísmo castro-comunista, no tenga acceso?
¿Estará en los estamentos más recónditos de la justicia, el secreto que tanto buscan los espías cubanos, allí mismo donde se preserva lo más elaborado del librepensamiento, para mejorar la vida de los ciudadanos? Y, para que nadie se lo robe, no lo muestran, ni siquiera, en los lugares más recónditos de la burocracia doctrinaria.
El problema más grave de los espías cubanos es ocultarse.
Ya todos saben que para un mejor desempeño del espionaje conspirativo, es recomendable un buen disimulo, un buen disfraz, una escenografía, una mascarada, un buen maquillaje. Y los cubanos precisamente carecen de todo eso.
Son reconocibles a la distancia por el tono de voz. No pueden hablar sino a los gritos. Suelen tener un color de piel bastante difícil de disimular. Tampoco pueden minimizar sus particularidades a la hora de comunicarse: siempre hablan como cubanos, incluso, cuando hablan en otros idiomas.
Dicen insultos fácilmente identificables: come mielda, hijeputa, que tu no sabes nada, que ni lavas ni prestas el fregadero, que te den candela, jinetera, concha de tu madle, chico y otros por el estilo.
Cambian siempre la letra R por una L. Por eso sí se pueden meter a espiar en China.
También es posible reconocer a un cubano por el estilo de andar.
Despreocupado, como cansado, con una cadencia al caminar que más parece un paso de baile que un modo de trasladarse.
Y finalmente un dato: para reconocer a un espía cubano es aconsejable poner alguna música de salsa, un son o un bolero isleño, y si comienzan a moverse al ritmo de los tambores, indudablemente son cubanos.
Ahora… si los miran bien, puede observarse que suelen andar con guardapolvos blancos, estetoscopios colgados al cuello, con una libreta en el bolsillo y toman notas con lápices muy cortitos, gastados de tanto uso.
Andan midiéndole la fiebre a los miserables y enfermos en diferentes confines del mundo.
Cuidan a los niños. Pero tanto los cuidan, que no tienen ni uno solo analfabeto. Pero no hay ni uno, ni tan solo un poquito de uno, que pase hambre.
Circulan siempre más cerca de los lugares donde anida la pobreza que de los rascacielos.
Se mueven orgullosamente, como si hubieran hecho una revolución.
Hablan a los gritos llamando la atención y cuando se callan, también llaman la atención.
Mencionan a Fidel como si lo conocieran.
Quieren al Che y a los argentinos, como si fueran lo mismo.
Abrazan desenfrenadamente apenas se hacen amigo de alguien y salen de la isla, llena de necesidades de consumo, según cuentan los turistas extranjeros dándoselas de analistas políticos cuando regresan a trabajar para pagar el viaje, pero, siempre siempre siempre, unos y otros, quieren volver a Cuba.
Tomado de Mendoza Opina