Por: Marco Velázquez Cristo.
El naufragio moral de los “colaboradores” de LJC parece no tener límites, sus textos cada vez de una mayor pobreza intelectual y carencia ética son el reflejo del mercenarismo de sus plumas. Unos son de la plantilla y otros “contratados”, todos niegan cobrar por sus aportes a la causa enemiga.
¿De qué viven si no trabajan en su gran mayoría?
Pero el objetivo de este post, no es señalar lo que resulta obvio y conocido, sino llamar la atención sobre los mensajes que en su desesperada “lucha” por sobrevivir a su propia indecencia y agradar a quienes en privado llenan de elogios y agradecen las dadivas que les arroja, están divulgando con contenidos realmente absurdos y falsos.
Son ladridos de perro capao.
Así uno que nada aporta, pero que se siente con el derecho de cuestionarlo todo, con un hipercriticismo crónico que lo ha llevado al ridículo y al descredito; ahora dice que lo han amenazado y que están realizando una supuesta encuesta (no dice el objetivo de ella) a su nombre, utilizando según expone una foto de él con un pullover gris.
Este es un personaje paradójico y por momentos patético, lo mismo sufre un ataque de histeria porque a un atleta le sirvieron la comida en una cajita, que manifiesta que al bloqueo no siempre hay que mencionarlo cuando se analicen las causas de los problemas económicos del país. Saque usted sus propias conclusiones.
Antes de examinar su dicho, precisemos: por esencia los revolucionarios rechazamos la violencia como vía para resolver diferencias, y estamos en contra de la utilización de la amenaza en cualquier circunstancia, mucho menos para intimidar u obligar a los adversarios a ceder en los debates.
Tenemos la convicción profunda como plantea Fidel en el concepto de Revolución, que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas.
Actuamos apegados a la ética martiana que él nos enseñó.
Volviendo al tema: resultaría estúpido por parte de los que honestamente defendemos la Revolución, amenazar o sugerir de alguna forma la posibilidad del uso de la violencia física contra cualquier persona o grupo de ellas, en momentos en que el enemigo lo que más desea es que se generen en las redes sociales estados de ánimo que, conduzcan a la aparición en el escenario físico de focos de violencia que desestabilicen el país.
El “amenazado” debe buscar entre sus congéneres políticos si es que existe, el origen de la amenaza.
Al ser práctica habitual en todos ellos, mentir, manipular, tergiversar y victimizarse, no sería de extrañar que se inventaran una amenaza o que alguno le hiciera la pala a otro para dar credibilidad a su creación.
Hacerle el juego al enemigo es la especialidad de los “colaboradores” de LJC.
En cuanto a la supuesta “encuesta” que presuntamente le achacan, carece de sentido que, le quieran hacer daño o crear condiciones para desacreditarlo con una acción de ese tipo, al resultar fácilmente demostrable la falsedad de la misma. Bastaría con denunciarla como hizo y se acabó el problema. Entonces, ¿para qué alguien iba a invertir tiempo haciendo algo así? Sería una acción de una simpleza infantil.
El personaje desea victimizarse y presentarse como objeto de una persecución que no existe.
¿Por qué?
Aun cuando estas conductas responden a la necesidad de cumplir el guion que les han trazado (el que paga manda), a sus propias carencias éticas y a la ausencia de valores patrios que padecen, no se puede soslayar que, hace muy poco a causa de un artículo en el quedo expuesto su himeneo con la contrarrevolución, fueron fuertemente cuestionados, incluso por personas que habitualmente no les reprochan sus “veleidades” mediáticas, un mensaje de que están perdiendo el poco apoyo que les queda. Por eso, preocupados recurren a la vieja y gastada táctica de la victimización, se pudiera decir que lo hacen para que les cojan lastima y los defiendan.
Los conocemos mascaritas.
Terminamos por ahora, pero como dice Humberto López, volveremos con más.