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Por: Marco Velázquez Cristo.
El Departamento de Estado norteamericano ha emitido una nueva alerta de viajes a Cuba para los ciudadanos de su país, al unísono que hace pública su decisión de reducir permanentemente el número de sus funcionarios diplomaticos en La Habana, bajo el pretexto de protegerlos de unos inexplicables por inexistentes “ataques”. Es una escalada en la política agresiva contra la isla.
La alerta de nivel tres de un máximo de cuatro, es parte de la operación articulada para deteriorar los vínculos entre los dos países, llevándolos a un nivel inferior incluso al existente cuando no se había producido el restablecimiento de relaciones diplomáticas, tiene también sus propios fines particulares, que la realidad delata.
Crear una imagen de Cuba de un país inseguro, es uno de ellos, no solo para frenar el flujo turístico o de ciudadanos norteamericanos que con otras motivaciones viajan a la isla, sino que está encaminada a dañar nuestra industria turística en su conjunto, para privarnos de una de nuestras principales fuentes de ingresos.
No falta en ella la intención de continuar fortaleciendo la matriz de opinión de que los “ataques” realmente ocurrieron, por eso en su texto los supuestos hechos se catalogan como tales.
En la conferencia de prensa ofrecida por el director general de Estados Unidos de la Cancillería cubana, Carlos Fernández de Cossío hoy lunes, al referirse a la utilización de este término, además de señalar lo inadecuado del mismo, significó, “no se corresponde con el vocabulario que se ha estado empleando en los intercambios”, lo que sugiere que en privado la parte norteamericana no los califica como tales, en mi opinión por la carencia de argumentos para sustentar o justificar dicho calificativo.
Pobre de los que representan a EE.UU. en esos contactos, cargaran sobre sus conciencias el haber servido de instrumento a una política falta de toda ética, cuya principal arma es la mentira.
Pero la alerta encierra también otros mensajes, menciona las “afectaciones” y les sugiere a las personas buscar asistencia médica si sienten algunos de los síntomas de algunas de ellas, esto lleva implícita una influencia psicológica, destinada sugestionar a los viajeros y provocar que lleguen a experimentarlos, de esa forma tendrían más “victimas” que darían más credibilidad a su infame trama y crearían mayor preocupación en los que pretendan viajar a Cuba.
Es evidente que no responde a una preocupación real de EE.UU. por la seguridad de sus ciudadanos, basta observar que para México el nivel de alerta es 2, inferior al de Cuba, a pesar del alto índice de violencia existente dentro de la sociedad de ese país, que en junio del 2017 fue ubicado por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos con sede en Londres, como el segundo más violento, del mundo.
El Departamento de Estado ha reconocido la existencia en él, de enfrentamientos armados entre bandas criminales en las calles incluso durante el día, así como que ciudadanos estadunidenses han sido víctimas de crímenes violentos como homicidio, secuestro, asaltos o robo de vehículo por parte de grupos delictivos, a consecuencia de los cuales según informó a principios de 2016, en el 2014, 100 ciudadanos estadounidenses fueron asesinados y en 2015, 103 de ellos corrieron igual suerte en dicho país.
A lo anterior se puede agregar que en noviembre del 2017 dos policías mexicanos fueron acusados de matar a dos ciudadanos norteamericanos .
En Cuba nada de esto ha ocurrido, ni actúan bandas criminales, ni se asesina, desaparece o secuestra a ciudadanos de otros países, tampoco se reportan enfrentamientos armados en las calles, somos una sociedad cuya seguridad es reconocida por organismos internacionales, operadores turísticos, políticos y legisladores incluyendo de los EE.UU.
Al contrastar esta realidad con la paradójica actuación del gobierno norteamericano con respecto a ella, queda demostrada la hipocresía de que la realización de su alerta responde a su preocupación por la seguridad de sus ciudadanos.
Si les preocupan sus conciudadanos porque no prohíben la venta de armas, y evitan que los tiroteos en escuelas, centros de recreación, supermercados y otros lugares públicos, junto a otros hechos originados por el uso de armas de fuego, sigan cobrando la vida de miles estadunidenses en su territorio cada año.
Tal vez debería ser Cuba la que advirtiera a sus nacionales antes de viajar a EE.UU de estos y otros riesgos que existen dentro de la sociedad norteamericana.
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