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Por: PostCuba
La autodenominada “oposición cubana”, integrada en su mayoría por elementos antisociales, estafadores profesionales y bufones demagogos, hizo una ardua campaña para que el pueblo de Cuba votara No en el referendo constitucional. Ya casi nadie se acuerda de eso, al parecer, y los que en su momento decían que no iban a reconocer a esa norma como ley fundamental, hoy citan descontextualizados artículos y tergiversan su contenido para tratar de sacarle provecho.
Otros, que no son muy dados al “binarismo político” e insisten en no tomar partido por uno u otro “extremo” (sea la contrarrevolución o el “pensamiento oficialista”), se limitaron a criticar la Constitución por ser o bien demasiado radical o demasiado conservadora. Daba igual.
Sin embargo, el 24 de febrero, el pueblo de Cuba votó abrumadoramente por el Sí. Y entonces comenzaron las “interpretaciones”: que si fraude, que si manipulación, que si los medios, que si la incultura cívica, etc.
Al parecer a La Joven Cuba esa respuesta ciudadana no la convenció, y por eso ha decidido sumarse a las “interpretaciones” de la “oposición” (léase contrarrevolución), convirtiéndose en deshonrosa tribuna de esta.
Así acaba de publicar un artículo, titulado “Castigar y proteger”, donde se intenta mostrar un panorama dubitativo: su autora, Alina Bárbara López Hernández, devenida en vocera de la “oposición” dice que, no se sabe bien si el pueblo votó por “lealtad o inercia, por convicción o indiferencia, por idealismo o tedio”. A algunas personas les resulta inexplicable que el socialismo en Cuba (ese que acusan de estalinista y/o castrista) cuente con el apoyo popular.
Si Alina dice no saber a ciencia cierta los motivos por los cuales la gran mayoría de los cubanos votó por la nueva Constitución, es porque ella evidentemente lo hizo en contra. ¿Por qué Alina?, por deslealtad, por amor al dinero, por afinidad ideológica con los campañistas del No, por frustrados deseos de cambiar todo lo que no debe ser cambiado, o dándote el beneficio de la duda, por no estar de acuerdo con la Carta Magna.
Sin embargo, en su artículo insiste en algo que ha sido nueva bandera de la contrarrevolución: reclamar el amparo de esa normativa para aquellos que no votaron por ella. Y es cierto: la Constitución cubana vigente es “con todos y para el bien de todos” los ciudadanos.
Pero, ¿acaso la Constitución puede ser invocada para defender el derecho de los que quieren derrocar el sistema político cubano?
El artículo 4 de la Carta Magna nos dice: “El sistema socialista que refrenda esta Constitución, es irrevocable. Los ciudadanos tienen el derecho de combatir por todos los medios, incluyendo la lucha armada, cuando no fuera posible otro recurso, contra cualquiera que intente derribar el orden político, social y económico establecido por esta Constitución.”
No obstante, para Alina B. López Hernández, “opositores” como las llamadas “Damas de Blanco” o el infame Ferrer (sí, ese, el de los cabezazos a la mesa) son víctimas del “abuso” anticonstitucional del Minint y la policía. Para la autora, la actuación del Estado cubano genera “simpatías” por la “oposición”, llegando a mentir de forma burda que se le propinan “golpizas desmedidas a opositores que se manifiestan pacíficamente”. Difama Alina y eso es un delito.
Se suma a la satanización digital de los órganos de la Seguridad del Estado, adjudicándoles un comportamiento de esbirros batistianos a la vez que tilda a sus oficiales de “jovencitos inexpertos”. La denuncia publicada contra José Daniel Ferrer le parece mediocre y burlona.
Alina rechina los dientes y eso dice que todo estuvo bien hecho.
Comprendemos su enojo y su inocultable propósito de pretender ningunear a los jóvenes. Le duele su incorporación a importantes tareas, en este caso de la defensa y su éxito en las mismas. Eso echa por tierra la imagen de una juventud apática y de revolución envejecida que, de diversas maneras, ha tratado de crear.
Importante, vuelve a difamar. Si la Seguridad del Estado actuara como afirma, el pueblo del que nacen sus combatientes no los quisiera y respetara como lo hace. Tampoco ella tendría el valor de decirlo.
En el colmo de la ignorancia (en el mejor de los casos) dice: “¡Qué contundencia si se hubieran logrado grabar los momentos en que Ferrer recibió dinero norteamericano, o en que al menos se refiriera a este asunto!” Esto demuestra que la autora opina sobre un material que al parecer ni siquiera vio o que si lo hizo lo mutila a conciencia para desacreditarlo: en dicho reportaje, se muestran fragmentos televisivos en los que el propio Ferrer admite recibir financiamiento de la Fundación Nacional Cubanoamericana, una institución terrorista financiada por el gobierno de los Estados Unidos y asesorada por sus servicios de inteligencia.
¿Qué oscuros resortes mueven a Alina a mentir tan desfachatadamente?
La “historiadora” devenida en vocera de la “oposición” puede dar la respuesta sin temor, vive en Cuba; donde nunca la policía, los servicios de seguridad o el ejército han reprimido o asesinado a ningún ciudadano, ni violado mujeres o cegado personas, tampoco torturan o desaparecen, en fin en un país donde se garantizan los derechos ciudadanos y la tranquilidad del pueblo. Anímese Alina, no pasa nada, responda.
La autora obviando esa realidad habla de “detenciones arbitrarias sin orden judicial”, quizás de tanto tratar de confundir, termina confundiéndose (pensando bien) y traspola mentalmente lo que ocurre en países como Chile, Colombia o Bolivia al escenario cubano. Tal vez al igual que el conductor del programa Cuadro a Cuadro de la TV se meta dentro de la escenografía de la trama de ficción que nos desea transmitir y a diferencia de este se quede dentro de ella y se piense en el mundo real.
En cualquier variante incluso en las no mencionadas, “olvida” la ética que caracteriza la actuación de las instituciones de la Revolución y su limpia trayectoria de respeto a los derechos y a la integridad de las personas. Desconoce al ordenamiento legal cubano, que establece a la Fiscalía como órgano de control de la legalidad. Por eso y quien sabe por qué inconfesadas intenciones habla de “atropellos para-judiciales”, demostrando además un profundo desconocimiento del Derecho en general y de las leyes cubanas en particular.
Para remate, a su ignorancia supina (otorguémosle nuevamente el beneficio de la duda) le agrega un abyecto rasgo de genuflexión política, cuando se pregunta: “¿No se percata nuestro gobierno de la necesidad de procurar una correcta imagen al interior y al exterior? (…) es crucial para Cuba un acercamiento con la Unión Europea. (…) Europa es hoy, geopolíticamente hablando, un aliado nada desdeñable.”
Bárbara de nombre y actuación, culpa a su gobierno, a su país, y no a la injerencista resolución del Parlamento europeo; culpa al supuesto “mal actuar” del Estado cubano y no a la obcecada y malintencionada campaña mediática para hacer ver a Ferrer como un “preso político” y no como lo que es, un delincuente común al servicio del imperio.
Estas loas a Europa y la inculpación a Cuba por el deterioro de las relaciones con el bloque trasatlántico no es nada nuevo. Ya un exdiplomático trató de responsabilizar al gobierno cubano de haber obligado a la “distinguida” Unión a adoptar la llamada “Posición Común”.
Si unimos estas acusaciones a las que nos hace EE.UU. de ser los culpables de que nos bloquen, de los levantamientos de los pueblos de la región contra el neoliberalismo, etc., es fácil darse cuenta de que Alina es parte de esa cruzada contra Cuba.
Es realmente vergonzosa la posición de La Joven Cuba al servir de tribuna a elementos que, no siendo siquiera tan jóvenes, vociferan en el ciberespacio contra el Estado cubano. Personas que, evidentemente, han perdido la confianza en el proyecto político revolucionario y otras más cosas… Pérdidas que conscientemente las van acercando cada vez más a esa contrarrevolución rancia que tiene su epicentro en Miami.
De esa forma La Joven Cuba se va sumando, ignominiosamente, al “coro de la histeria reaccionaria”. No todos los autores que colaboran con esa plataforma lo hacen con la misma estridencia, pero, casualmente, desde la conclusión del mandato de Obama, ese y otros sitios que se pretendían “independientes” han comenzado un proceso de “derechización” de sus discursos, o cuando menos, un acercamiento meloso a las posturas de la contrarrevolución tradicional.
Suele sucederle a los “centros políticos” en horas de definiciones.
Cuando los revolucionarios celebramos la denuncia hecha por el gobierno para desmentir al farsante de Ferrer, cuando los “apolíticos” se divirtieron con los cabezazos del supuesto “torturado” y la “oposición” se desvivía por tildar al video de trucado; estos intelectuales “progresistas”, que se dicen la “verdadera izquierda” emancipada del “modelo burocrático que tenemos”, se esfuerzan por agradar a esos que atacan a la Revolución sembrando dudas e incertidumbres sobre la institucionalidad cubana, sea el Minint u otro organismo. Les da lo mismo, el punto es difamar.
Mientras, en la Cuba verdadera, Ferrer pasó de ser un desconocido a ser un conocido criminal; nadie toma en serio a las “maltratadas Damas de Blanco”; y la “oposición patriótica” se hunde en el pantano de su obsceno vasallaje al imperio que le paga pero la desprecia; Alina B. López Hernández trata inútilmente de tenderles una rama salvadora a sus atribulados defendidos, sumando cada vez más contrarrevolucionarios a sus lectores asiduos.
¿Será que ese es el público meta de La Joven Cuba y de Alina?