Por: Marco Velázquez Cristo.
Este académico de innegable preparación profesional a partir de un resentimiento mal disimulado, poco a poco ha ido enterrando en las redes sociales su prestigio. Profecías apocalípticas sobre la posible evolución de la situación y destino del país, que, tienen como único elemento de sustento, sus fantasiosas elucubraciones, se han convertido en el sello distintivo de sus publicaciones.
Sus “alertas” sobre que, ocurrirá lo peor si no se hace lo que recomienda, aplaudidas por un grupo para el cual, si se hicieran realidad, sería la consumación de sus sueños de ver en Cuba de regreso el capitalismo, causa por la que deliran de entusiasmo cuando lo leen, son en realidad el reflejo de ese anhelo frustrado.
Patentó hace unos años una frase que retrata ese apreciar tremendista y sobredimensionador de la magnitud de los problemas. Esa frase es, “se producirá un problema de incalculables consecuencias”, ¿saben por qué la dijo?, porque a un periodista amigo suyo no le renovaron la acreditación. Sin comentarios.
Hace poco escribió un artículo sobre los barrios de La Habana Vieja cuyo objetivo evidente y confeso era demostrar que, Alcántara y comparsa se volvieron contrarrevolucionarios por culpa de la Revolución. Es cierto que, si la Revolución no existiera, no existirían contrarrevolucionarios, lo injusto es culparla de que, por supuestos “errores” suyos algunos miserables carentes de decoro y valores patrios lo sean, eso es una falacia que desvela las aviesas intenciones del académico al acercarse al tema.
Morales aborda la situación de esos barrios con el mismo estilo de visión metastásica de los fenómenos o situaciones que, en los últimos años lo ha caracterizado. Para él, allí la mayoría no trabaja, solo está por ganar dinero sin importarles como lo hacen, el lugar está plagado de prostitutas, delincuentes, no hay hábitos de lecturas, el acceso a la universidad es limitado, y un largo etcétera. ¿Saben cuál estudio sociológico avala esas afirmaciones?, ninguno, entonces, ¿en qué las sustenta?, en la “sagacidad” de su mirada al caminar por ellos. Esto además de una superficialidad inadmisible para un profesional de su categoría, es una ofensa a los que residen en esos lugares.
Veamos solo algunos datos extraídos del último censo de población.
La Habana Vieja tiene una población total de 87 771 personas. La población de 15 años y más ocupada es de 41 692. El 47,5% del total de la población trabaja. Dentro de la población que no trabaja están los niños y jóvenes que estudian, las amas de casa, los jubilados, los impedidos físicos, etc. Esto demuestra que la mayoría no es lo que dice Esteban Morales.
Desde el título de su última “predicción” nos “ilustra y alerta”, “El Socialismo es una economía de Transición. Si la entendemos así. Nos salvamos”. Cuando se lee el texto, lleno halagos y llamados a la privatización, da la impresión que la transición de la que habla es hacia el capitalismo “salvador”. De nuevo aparece la frase amenazante de un posible final catastrófico para el proyecto cubano, en la que enmascara su intención de meter miedo para presionar a que se acepte su receta de turno, lo cito, “Si no hacemos crecer la economía y rápido, nos vamos a hundir”, en realidad está diciendo, “si no hacen lo que digo, se hunden”.
Si quedara alguna duda de lo que está planteando veamos esta otra idea, “Prevalece el miedo de que el capitalismo nos trague. Y eso es sinónimo de ignorancia”. Ignorantes serían nuestros dirigentes si le hicieran caso a él y a otros como él y paulatinamente fueran entregando la economía a manos privadas. Para tratar de eliminar lo que él llamada miedo, que no es otra cosa que sentido común y apreciación lucida de la realidad y del futuro que nos esperaría si aplicamos sus recetas, plantea, “tenemos el poder”. No dice Morales que, lo perderíamos si entregamos la economía y ese si sería el fin de la Revolución.
Pero no somos ingenuos, Esteban Morales, siga usted con sus demonios y malos augurios que, nosotros seguiremos construyendo el socialismo prospero y sostenible al que aspiramos sin entregar jamás la patria.