Por Marah Paes
La Iglesia Católica es una de las instituciones más poderosas, especialmente en Occidente y en ámbitos que no se circunscriben a lo económico ni a lo religioso, sino que abarcan el amplio espectro de la cultura. Es, por tanto, blanco susceptible de manipulaciones.
En los últimos años, se han revivido el ímpetu y los esfuerzos de la Iglesia por recuperar terreno a escala global. En el caso de la sociedad cubana, ocupa un lugar importante y también intenta revitalizar su posicionamiento, en un contexto de transformaciones.
De tal modo que para las sucesivas administraciones estadounidenses, los espacios y proyectos de la Iglesia sean objetivos a contaminar en favor de la subversión del sistema cubano.
“La política de los Estados Unidos será apoyar la participación de todos los grupos religiosos genuinamente no políticos tanto en la transición como en el desarrollo de una Cuba libre (…) estas organizaciones de base pueden ser una fuerza estabilizadora durante los momentos de la transición y una importante fuerza a largo plazo en el desarrollo de la sociedad civil para protegerla de un retroceso al totalitarismo”, así lo dice el Plan Bush y lo recuerda el artículo Se despejan las nubes en el blog El Heraldo Cubano.
La lógica de este pensamiento puede encontrarse en un principio tan viejo y conocido como “divide y vencerás”. Detrás de esto, hay una intención de dañar las relaciones entre el gobierno cubano y la Iglesia. La obediente disidencia se acoge al llamado divisionista.
Efectivamente, el hecho de que la contrarrevolución promueva acciones de la iglesia dentro de la sociedad cubana resulta sospechoso. Al propio tiempo, basta recordar su comportamiento durante las visitas de tres Pontífices que han visitado la isla en estos diecisiete años. Aún en la memoria queda la posición escandalosa de Berta Soler y su séquito de Damas de Blanco, respecto a la presencia en Cuba de Francisco.
Entre el 4 y 11 de noviembre trascendió el Fórum Loyola sobre los retos de los católicos en la sociedad cubana, organizado por el Centro del mismo nombre. Este último, desde hace tres años enfoca su actividad en las personas más necesitadas de Centro Habana, y por supuesto, en los niños, un propósito sin dudas noble.
Sin embargo, resaltó la gestión de María de Lourdes Mariño Fernández, organizadora en la isla del proyecto “Cuba Decide”, dirigido desde Miami por Rosa María Payá Acevedo.
Del contrarrevolucionario Movimiento Cristiano de Liberación, estuvo presente Erik Álvarez Gil, quien junto a otros cuatro contrarrevolucionarios firmara en julio del 2014 una carta al Papa Francisco, en la que se reclamaba:
“Una iglesia que remueva las conciencias anestesiadas por el temor y la costumbre, ante la irracionalidad, la disfuncionalidad y el absurdo impuestos por un longevo poder absoluto y arbitrario”, un punto de vista que le otorga más importancia a la subversión y a la deslegitimación de un Estado y gobierno (elegidos por el pueblo), que a la misión de servir y ayudar al prójimo.
Resalta la vinculación de Dagoberto Valdés, hermanado a la USAID y la CIA, con María de Lourdes y Erik Álvarez Gil, quienes no abandonan sus intenciones de promover escenarios donde se privilegie el criterio de la oposición.
No luce raro entonces en la visión sobre el evento que ofreciera Diario de Cuba se resaltaran opiniones según las que el conflicto está entre el gobierno cubano y su propio pueblo. Luego de esto, valdría la pena hacerse una pregunta final: ¿Pueden tenderse puentes que con pilotes de distorsión? O mejor, ¿Será que estos pilotes de distorsión pretenden dañar los esfuerzos para la construcción y solidificación de los puentes?