Por: Marco Velázquez Cristo.
Dice Yunior García Aguilera con cinismo no sorprendente en él que, los “verdaderos revolucionarios” son los que como él luchan “pacíficamente” por un cambio. Al parecer para él intentar tomar la sede de una institución estatal para transmitir mensajes manipuladores y falaces que, pudieron de haber logrado sus propósitos conducir a una escalada de la violencia en las calles es una acción “pacifica”. Además, está claro de que cambio habla, que es el de desmontar el socialismo en Cuba, para convertir el país en una neocolonia yanqui.
Si fuera honesto debería reconocer lo que está demostrado, su coincidencia de pensamiento y dependencia de sustento de las instituciones norteamericanas que organizan, planifican y financian la subversión contra Cuba, y eso lo convierte en un mercenario a sueldo de una potencia extranjera que, con proverbial descaro nos viene a decir que es un “revolucionario” que, entre otras cosas le “devolverá” la soberanía al pueblo cubano.
No creo que desconozca que en el Artículo 3 de la Constitución se establece: “En la República de Cuba la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado. El pueblo la ejerce directamente o por medio de las Asambleas del Poder Popular y demás órganos del Estado que de ellas se derivan…”. Lo anterior se expresa en la realidad, por lo que su planteamiento debe ser entendido, máxime su indigna condición, como la idea de arrebatársela para entregársela a quien le manda.
Quizás tenga el sueño imposible de lograr imponer una nueva constitución semejante a la de Puerto Rico, donde la soberanía del pueblo sea cercenada por una sección donde se especifique que la misma, deberá ser ratificada por el Congreso de los Estados Unidos.
En este escenario el dramaturgo devenido en político en busca de ganar protagonismo, sumar seguidores, generar apoyos y captar simpatías, califica de generación al grupo de apátridas que encabeza, al que le atribuye la fuerza de un “huracán” que, en su decir, “barrerá inviernos y traerá un amanecer con Sol que despierte, (…) la primavera”. Dejando a un lado su fingida estupidez de tratar de equiparar a un grupo por numeroso que este pueda ser con toda una generación, y a su pretendido huracán que, por mucho que se esfuerzan desde el norte, no llega ni a vientecito platanero, hay que decir que, su metafórica expresión debe ser entendida como: con vientos del frio invierno del norte, hacer nacer en Cuba una “Primavera al estilo Árabe”, porque esas son las aspiraciones irrealizables de Yunior.
Por eso él no es ni puede ser un revolucionario, es solo un vendepatria oportunista, un lacayo al servicio de los intereses del imperio, y como dijera Fidel, “…con lacayos no se hace un pueblo, con lacayos no se defiende la tierra, no se defiende la patria, no se defiende la libertad, no se defiende el honor, no se defiende nada…”
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