Cuba: Un intercambio fructífero

Por: PostCuba.

Nota Introductoria.

El texto A propósito de la afirmación de la viceministra sobre el deber de los profesores universitarios cubanos, de Carlos Luque Zayas Bazán, suscitó en la red social un intercambio entre su autor y el compañero Ernesto Estévez Rams que, hemos decidido compartir por, iluminar otras aristas del debate en curso acerca de la función del profesor universitario cubano, aportando otra visión de cómo se afronta el tema desde perspectivas críticas revolucionarias, además de constituir un ejemplo de cómo desde el respeto y la ética se pueden intercambiar ideas y obtener resultados útiles sin menoscabo de ninguna de las partes involucradas.

El intercambio.

Ernesto Estevez RAms

 El compañero Luque no logra ver lo desafortunado del artículo de la viceministra que para comenzar, no está bien redactado. Más allá de la jauría contrarrevolucionaria y su ataque, se han vertido criterios, desde lo revolucionario, argumentando por qué es infeliz. Luque no apunta hacia ninguno de esos criterios. El artículo de la viceministra es reductor, no es constructivo, deja mucho a la ambigüedad, abre la puerta a la intolerancia y es superficial, al no analizar contextos y realidades que infieran cursos de acción efectivos. En ese último sentido reduce la complejidad de un fenómeno hasta poder proponer, casi exigir, que su solución (simplona) es la renuncia voluntaria a su condición de profesor de los que no cumplan con las propuestas de su texto.

Carlos Aristides Luque

 Respeto su criterio compañero Ernesto Estévez Rams. Y afirmo que no diré algo equivalente, es decir, que no logra ver Ud. que examino y argumento contra la propuesta que cito, porque sé que Ud. es capaz de percatarse que esencialmente trato de develar en qué consiste el error de la modificación que se propone de las palabras de la viceministra.

Mi opinión es que, en esencia, lo que la viceministra expresa coincide con el criterio que tenía Fidel al respecto. Cierto que no lo hace con circunloquios diplomáticos. Yo al menos, lo prefiero así. Cierto es que al matricularse un alumno no se le pregunta o comprueba si es o no revolucionario. Pero creo que no existen dudas al respecto de que nuestras universidades además de profesionales competentes, tiene la misión de educar revolucionarios, en toda la dimensión que ello implica. Que no lo logre siempre y en todos los casos, es otra dimensión del problema. Pero no es con profesores no revolucionarios como se pueden maximizar las probabilidades. Le agradecería mucho, ya que sabe que valoro en alto grado sus criterios, que examine y refute los argumentos, que repito, se refieren a la propuesta de reescritura que cito. Me sería de mucha utilidad.

Ernesto Estevez RAms

Hola Luque, El problema con las dicotomías es que aplican un umbral para determinar que es cero y que es uno, con ello se llevan por delante la multitud de matices que hace complejo a un fenómeno. Lamentablemente, al aplicar tal umbral, en muchos casos los revolucionarios hemos pecado por echar al otro bando, de manera doctrinaria, todo lo que se aparte un mínimo de cierto decálogo de «virtudes» revolucionarias. En el texto planteas que el ser que se declara apolítico intenta infructuosamente escapar del ejercicio de lo político. Concordamos.

A continuación insinúas, que quien no defienda la ideología del PCC necesariamente defiende la opuesta. Te has preguntado que la misma afirmación pudiera hacer el enemigo. Pongámoslo en tus propios términos y re fraseemos «Entonces, si aceptamos esta premisa, si un profesor universitario cubano no es un defensor de la ideología del libre mercado y el capitalismo, ¿de qué se supone qué es un defensor, de qué ideología?». El enemigo es demasiado inteligente para hacer eso. Él quiere sumar al apolítico a su carro, no lo dejemos; quiere que en el umbral que pongamos, el apolítico caiga del lado de ellos, que lo hagamos nuestro enemigo. No. La posición que se explicita apolítica es resultado de un conjunto de factores objetivos y subjetivos en una sociedad marcadamente imperfecta. No somos capitalismo pero tampoco hemos logrado ser lo otro, lo que sustituiría al capitalismo. Esa imperfección se manifiesta todos los días no solo en las realidades económicas y sociales sino además, en lo subjetivo. En nuestra sociedad, justa como ninguna anterior, se cometen a diario injusticias. En nuestra sociedad, solidaria como ninguna anterior, se yerra a diario en la práctica e incluso en lo conceptual.

Es el precio, nada pequeño, a pagar por construir sobre la marcha en un gigantesco experimento de prueba y error para lograr una sociedad comunista. Esos errores tienen costos tangibles que no podemos ignorar. El costo de enajenar a una parte de la sociedad que siente impotencia frente a una realidad que no controla y a la vez no logra entender. El costo de enajenar a quien no quiere perdonar los errores por considerarlos imperdonables, y se retrotrae de la acción política directa refugiándose en una defensa a ultranza de la familia como único valor colectivo salvable. ¿Son esas personas contrarrevolucionarias? ¿Son enemigos? ¿Quiénes somos para juzgar, en lo individual, aquella que víctima de una injusticia, se refugia en la apoliticidad? ¿Quiénes somos nosotros para juzgar, en lo individual, aquel que el cansancio, resultado de ser testigo de continuos errores pasados y presentes, lo hacen refugiarse en la apoliticidad? Quienes somos nosotros para juzgarlo, si muchas veces, más de las que quisiéramos, la respuesta a los cuestionamientos concretos de oportunismos, errores y barbaridades, ha sido, por parte de quienes han tenido el ejercicio de la autoridad, aplastar al crítico. Quienes somos nosotros para juzgar, si no hemos sabido y podido poner coto a las arbitrariedades y las injusticias y si en la práctica, en más ocasiones de las que quisiéramos, no se defiende a la víctima del atropello sino se protege al funcionario atropellador.

«Cuidar al cuadro» le llaman, cuando debería decirse con más justeza, y en el mejor de los casos, «ignorar a la víctima». La actitud correcta de la Revolución no es solo combatir sus cortedades, sino, mientras no logra eliminarlas, tener una tolerancia amplia respecto a todas las personas que no se manifiesten y actúen de manera contrarrevolucionaria­: sumar. La universidad es reflejo de la sociedad, pretender y exigir una universidad que no sea reflejo constructivo de ella, sino de un ideal diseñado en abstracto no solo es tonto, es contrarrevolucionario­ por anti dialectico. En la universidad tenemos multiplicidad de actores heterogéneos con diversos grados de compromiso activo con las políticas concretas de la Revolución. Yo he tenido profesores muy rigurosos que me ensenaron disciplina, ética, honestidad, laboriosidad y jamás les oí un posicionamiento político explícito. Les agradezco mientras viva sus enseñanzas.

Alguien pudiera tildarlos de apolíticos, yo los llamo educadores. Fíjate que no actuaban explícitamente como activista de la política revolucionaria de nuestro Partido, pero fueron ejemplo en la formación de las nuevas generaciones. ¿Qué hacemos con ellos, a la luz del documento de la viceministra, les pedimos admonitoriamente que renuncien? Con ello solo empobreceríamos a nuestras universidades. Tuve profesores que me ensenaron a dudar. Que virtud esa! Dudar de todo, como impulso para buscar entender.

Gracias a ello hoy tengo un pensamiento analítico que me hace hurgar antes de aceptar lemas y consignas. Ellos no estaban de acuerdo con todas las posiciones del gobierno, ni siquiera del partido, yo tampoco. Porque como vivimos en una sociedad imperfecta el gobierno y el partido, que somos nosotros, nos equivocamos, y si nuestra posición fuese la de aceptar acríticamente las cosas, no avanzaríamos, pereceríamos. Luego, a esos que no estamos de acuerdo incondicionalmente con todo lo del gobierno y el partido, ¿les pedimos que renuncien? Otros enseñaron la virtud de criticar lo mal hecho con valentía, incluso con arrojo, muchas veces contra la autoridad que se refugiaba en el discurso revolucionario para defender sus errores y sus cortedades.

La crítica para que sea constructiva necesita de las dos partes, del que critica y del criticado. Cuando le exigimos a la crítica que sea constructiva nos acordamos nada más del que critica y le damos al criticado, sobre todo si es un representante de la autoridad superior, el papel absoluto de juez de la crítica. Ya sabes el juicio que con demasiada frecuencia dictamina. ¿Qué debemos hacer? ¿Ensenar en las aulas una falsa posición de alineamiento total con todo lo que emana de otros niveles de autoridad, sean políticos o administrativos? Educar no es adoctrinar. Luego, en primer lugar, debemos enseñarle a nuestros estudiantes a criticar lo mal hecho no importa las consecuencias que a uno le acarrea el ejercicio honesto de la crítica. Hay que enseñarlos a dudar y no aceptar las cosas por dadas, como una fe. Revolución es lucidez (la frase es de Alfredo Guevara).

Hay que enseñarlos a que no solo la Revolución da espacio a la disidencia sino que la promueve como ejercicio necesario para su avance. Gracias a esas enseñanzas que me dieron muchos en la vida, incluyendo profesores, es que soy revolucionario hasta la muerte que para mí significa estar con la Revolución de Fidel que triunfo en 1959. Y hay que sumar en las universidades a todos los que sean socialmente útiles, todos los que tengan algo que ensenar a las nuevas generaciones que nos permita avanzar en la Revolución. La línea base es el rigor, la honestidad, la ética, solo desde ella se proyecta en mayor o menor grado una actitud política revolucionaria.

La universidad es para lo revolucionario (fíjate que no digo los, sino lo) y la educación es un esfuerzo colectivo que incluye lo consciente y lo inconsciente. No educa un solo maestro, educa un colectivo, la fuerza resultante de ese esfuerzo de muchos ha de ser hacia la Revolución y por la Revolución. Eso solo se logra desde la heterogeneidad. Desde la exclusividad de todos y por el bien de todos. Desde la tolerancia de con la Revolución todo, contra la revolución nada. Dentro de ese amplio margen que nadie renuncie, todos somos necesarios.

Carlos Arístides Luque

Hola estimado Rams: No tenía en mente cuando escribía que el subtexto de mi criterio hiciera posible la interpretación de que  “quien no defienda la ideología del PCC necesariamente defiende la opuesta”, como creo que interpretas.

Si releo quizás descubra que me expresé mal, pero no es de modo estricto lo que opino. No es la propuesta binaria de si no estás conmigo, estás contra mí. Lo que afirmé es que siempre se tiene una postura ideológica, incluso cuando se es apolítico. Para seguir utilizando la simplicidad del aserto famoso, en todo caso siempre hay que determinar en qué no estás conmigo para saber si estás, efectivamente, contra mí. (Y no me refiero, creo que sobra la aclaración, a este  nuestro pequeño intercambio personal sino al significado general del refrán).

La crítica martiana, que él definía como ejercida desde un solo pecho y una sola mente, y que  Retamar en una de sus últimas entrevistas interpreta como la crítica desde dentro y con el compromiso por el proyecto de la Revolución, es la crítica o la disidencia en que no se está de acuerdo con un criterio, pero no se está contra los principios medulares de un proyecto. Esa es la diversidad, o heterogeneidad útil, necesaria y saludable.

Para mí resulta obvio que cuando se afirma que un requisito del profesor universitario cubano es ser un activista de la política partidista, ello no se refiere a exigir una postura acrítica ante errores de esa política, o cualquier otra cuestión social, o a silenciar el pensamiento propio con respecto a consideraciones de cómo esa política puede ser más eficaz. Pero enfatizo: cómo esa política puede ser más eficaz. Lo que no concibo es un profesor universitario que sea un opositor sistemático y consecuente de las convicciones medulares que están en la base del proyecto comunista cubano.

Ahora: el diablo está en los detalles, y las condiciones cubanas no son las de las universidades de otros lares. Aquí está en pleno desarrollo el intento de la inteligencia enemiga de penetrar y cooptar a nuestros intelectuales, profesores y jóvenes, si universitarios, mucho mejor para los planes. Quien minimice esto, como hay quien hasta minimiza el peso que tiene el bloqueo en nuestras dificultades y hasta en nuestros errores, se ha equivocado y es necesario decírselo.

En universidades de otros lares, el filtro, como ya dije, se aplica de la forma que al sistema capitalista le resulta más eficaz para seguir pareciendo democrático. Un solo ejemplo: los especialistas de la llamada hoy economía heterodoxa, que se opone diametralmente a los principios de la economía política ortodoxa hoy en boga en el neoliberalismo, afrontan muchas dificultades  para pertenecer y ejercer en las universidades o institutos donde sólo hacen carrera y prosperan los representantes que conviene a la ideología capitalista en esa última categoría del conocimiento económico. Y así ocurre en otras ramas.

En efecto, parecen más inteligentes, y necesitan y acuden a vías indirectas para ejercer el poder del conocimiento que les conviene. La aparente y falsa democracia y autonomía, precisamente porque tienen los recursos, permite que un Soros, por ejemplo, financie lo mismo un medio de “izquierda”, que financie una revolución de colores, y que permita, eventualmente, un texto non sancta en una revista  o medio cualquiera. Pero nunca se permite que cobre ímpetu una corriente de pensamiento en sus instituciones modélicas de formación de élites que tome un carácter subversivo del discurso central de la concepción capitalista. Nadie dice: debes ser un activista de nuestra política. Pero funciona lo inverso: por lo general nunca prospera la carrera académica en las grandes universidades de las élites si te conviertes y señalas como un opositor peligroso para el sistema. Como dice Carlos Fernández Liria con respecto al periodismo español: ya no se expulsan periodistas porque ya no se permite que los expulsables entren al ruedo.

¿Estas realidades justifican que hagamos lo mismo? Por supuesto, no se trata  de eso. He meditado que mediante los expedientes de exclusión, o de cooptación que utiliza el alto sistema educativo capitalista, a la postre se refuerza y garantiza la reproducción del sistema. Entonces, ¿qué deben hacer aquellos países que como Cuba están en su mira directa y diaria?

Algunos especialistas en temas de la democracia abogan por permitir en Cuba las huelgas. Cuando un país tiene razones suficientes para manifestarse en una huelga no hace ninguna falta que ello esté permitido en una Constitución, simplemente ocurre,  y debe ser significativo que en Cuba eso no suceda, no como norma frecuente. ¿Qué hacen las entidades y organizaciones que se dedican a aprovechar las rebeldías populares, allí donde pueden existir razones suficientes para ello, para reconducir estallidos sociales hacia sus objetivos? Tenemos muchos ejemplos históricos. Los más recientes en Siria y en estos días en Taiwán. Pues bien: ¿sería revolucionario educar a nuestros jóvenes en la convicción abstracta, no histórica y circunstancialmente argumentada en su función, de que deben lanzarse a la huelga a la primera insatisfacción que deseen expresar de ese modo?  Para mí, más que un error sería un crimen. Y tenemos entre los profesores de marras a quienes sostienen y defienden esa tesis. Y así otros ejemplos que podríamos examinar. No se trata pues del simplismo de convertirse en “activistas” en el sentido corriente del término, manifestando en cada clase y lugar un panfleto ideológico. Aquí la “actividad” se da, a mi entender, en el plano de las convicciones que sustentan la profesión en el acto de educar y enseñar, no en la mera exterioridad enunciativa.

Siempre existirá un problema con respecto a las palabras adecuadas para la expresión de las ideas. Para mí que cierta crítica se catapulta en la rigidez interpretativa de la palabra activista. Quizás sea mucho más plausible y blando, y diplomático, adornar la idea. Se nota ese proceder en quienes creen que, como dicen a modo de argumento, los tiempos cambian, expulsan de su vocabulario ciertos términos sin percatarse que con ello contribuyen a que se imponga la “normalidad” que otros desean imponernos. Cuando todo es al revés: los tiempos están cambiando, sí, y de qué manera!, cada vez con más cinismo y desparpajo, pero para que lo revolucionario se afinque con más firmeza y no rehúya vergonzantemente su vocabulario orgánico. Y no es concebible lo revolucionario sin revolucionarios.

El “posicionamiento político explícito”  que refieres nunca haber escuchado a algunos de los brillantes profesores, no creo que sea aquí lo que estamos examinando. Ahora bien: es mi criterio que un profesor de la altura que se supone en un profesor universitario sabe distinguir la paja del oro. Sabe, o debe saber, cómo se lleva actualmente la guerra mediática, sabe o debe saber mediante qué sutilidades y a qué grados de refinamiento han llegado los mecanismos y vías para lograrlo. Sentemos eso. Lo contrarrevolucionario no es sólo, creo yo, la acción concreta de dañar mediante una acción tangible y material a una sociedad en revolución. Existe la acción intelectual contrarrevolucionaria. Ejemplo extremo: Vargas Llosa. Pero entre nosotros es tremendamente inconcebible que, por ejemplo, un profesor universitario de alto grado científico no sepa discriminar en qué círculos mediáticos dar a conocer sus críticas, incluso si son en favor del proyecto. Es mi criterio. Yo al menos no creo en ingenuidades. O si es incapaz de tener ese conocimiento, y en verdad dudo mucho entonces de la competencia universitaria de quien a estas alturas no esté al tanto. Y como esto último no es lo más frecuente, entonces no se trata de juzgar, sino de atenerse a los hechos que se juzgan por sí sólo.

Hay muchas ideas en su texto que apoyo. Hay que tratar de sumar constantemente. Pero ello no implica sumar cualquier dividendo. Hay que enseñar a dudar y cuestionar y nada es más complejo y grave que educar. Al fin y al cabo estamos de acuerdo en que la Universidad es para lo revolucionario. Y lo revolucionario se define en cada coyuntura, aunque, como en la física, existan las leyes invariantes. No soy militante, pero si se me pidiera que le hiciera una crítica al núcleo de nuestro partido local, ciertamente no la haría en un medio de los que hoy se llaman “independientes”. La crítica es necesaria a los pueblos, y al Partido, pero con un solo pecho y una sola mente.

Ernesto Estevez RAms

Carlos Aristides Luque, coincidimos, tu discurso complementa al mío en muchos aspectos. Te pido disculpas pues más bien estaba expresando el porqué de mi desacuerdo con el texto de la viceministra más que con tu criterio. Pudiste entender, con razón, que la totalidad de mi diatriba iba dirigía a ti. Nuestra discordancia está más en lo que percibí de tu defensa al texto de la viceministra. Yo coincido contigo en la amplitud en la que expones tu criterio, no con el texto de ella.

 Carlos Arístides Luque

 Creo, fraterno camarada, que no hay nada que disculpar, pues la altura y lucidez con que expresaste tus criterios al respecto no me llegan como una crítica ajena, menos como una diatriba. Un abrazo+

 Carlos Arístides Luque

 Meditando un poco más en el tema: Los argumentos que se exponen para ejemplificar la posible y admisible no participación de un profesor universitario en la política del Partido Comunista, a saber, no participar en actividades deportivas, etc., son intrascendentes e irrelevantes. No se trata de eso. Se trata en esencia que quien profesa una disciplina no puede evitar que su práctica pedagógica sostenga una cosmovisión del mundo, de sus conflictos y problemas. Lo cual remite siempre a una concepción ideológica de fundamento filosófico. En esencia, quiérase o no, todo intelectual, en el amplio sentido de la significación del término, soporta e (in)forma una concepción ideológica y una postura que revelará en el ejercicio de su profesión. ¿Por qué los sistemas educativos de los países capitalistas procuran atomizar o jerarquizar los accesos y no sólo a la educación superior? ¿Por qué en algunos de ellos surge la intención de eliminar la enseñanza de la filosofía o la historia? Por supuesto, lo primero, no mediante declaraciones de principios.

Del filtro, mucho más eficaz e hipócrita, porque no muestra un rostro que se pueda tachar de antidemocrático, se encarga la pertenencia de los ciudadanos a los distintos percentiles de ingreso y solvencias económicas. Con respecto a la enseñanza llamada pública no hacen falta argumentos a la persona informada ¿Pueden sus profesores manifestar convicciones comunistas en el tratamiento de sus temas, o en conversaciones o debates educativos con sus alumnos? ¿Por qué los fundamentos pedagógicos imperantes en el capitalismo conducen a la formación competitiva y tecnológica, más que a la humanística e integral? Porque es un medio eficaz para contribuir a la reproducción del sistema y su filosofía de la vida.

Carlos Arístides Luque

Aporto esta reflexión: Creo que las expresiones generalizadoras, en textos o intervenciones que por su brevedad no permiten un despliegue más o menos amplio de los argumentos y la necesaria contextualización, pueden conducir a confusiones, dar lugar a interpretaciones distintas a las que aspiraba el emisor. Sin dudas, porque lo estamos viendo, también permiten las manipulaciones interesadas. Es evidente que siempre debe extremarse la responsabilidad por lo públicamente expresado. Siempre ha sido así, tanto en la era pre digital, pero ahora que todo lo cubano está bajo la lupa de la agresión mediática, se aprovecha cualquier supuesto desliz, cierto o fabricado, para arremeter contra Cuba.

A no dudarlo, el diálogo es la mejor vía para examinar las diferencias sin llegar a la ruptura y la incomunicación de las partes que adversan criterios. Por supuesto que en todo diálogo que aspira a consensos existen límites inaceptables por las partes, como en toda negociación. Esto se aplica también al intercambio con la emigración y creo que tenemos bastante claridad sobre cuáles son esos sectores con los cuales podemos aspirar a llegar a consensos productivos y con cuáles no.

Por eso no vale mucho, o muy poco vale, tanto negarse al diálogo con la “emigración”, tanto como afirmar que debemos dialogar con toda ella y permitir que incidan en los problemas internos del país.

La declaratoria generalizada en pro, es más bien un recurso diplomático para no mostrarse rígido, para no presentarse como alguien que  patea el tablero. Es, admitámoslo, ese tipo de hipocresía útil que es propio del trato diplomático.

 En ese sentido, las declaratorias de las autoridades educacionales que han dado lugar a cierta alharaca oportunista, también desde sectores que se tienen a sí mismos de izquierda y revolucionarios, tienen esa característica, tanto de generalizar, como de no haber ajustado su tono “diplomático”. Y ello fue aprovechado tanto por tirios como por troyanos.

Pero me temo que eso será siempre así en esta era del uso responsable, serio y educado de las redes, tanto como de la agresión premeditada, o del simple ciberchancleteo de los troles a sueldo. Porque en un final, la esencia de la idea expresada por la viceministra, es fidelista, aunque por supuesto, Fidel era un consumado diplomático, un avezado expositor, pero de esos que sabían equilibrar el necesario garbo y elegancia de la locución con la directa firmeza, cuando era menester.

En estos temas hay que saber distinguir las manipulaciones interesadas, o los sesgos, incluso las que provienen de la ultraizquierda, que también la tenemos.

Un ejemplo de otro terreno: en el tema económico, quienes están haciendo fuerte proselitismo por un mayor espacio e incidencia económica y política de la propiedad privada y las medianas empresas, suelen recordar continuamente, en su impaciencia honesta en unos casos, o en su mala intención, en otros, que no se está cumpliendo con las directrices de los documentos rectores, los lineamientos, la Constitución, etc.

A más de que eso no es estrictamente así, mucho menos se refieren, o nunca, a que el fundamento ideológico de nuestro sistema social y económico refrendado en la Constitución, es martiano, fidelista, marxista y leninista. Y no se trata de tomar el pensamiento de Fidel, del marxismo (sin ismos), como un dogma, que no lo es: a más del ejemplo de toda la vida, Fidel nos dejó dicho que un rasgo definitorio de la revolución es cambiar todo lo que se considerara que debía ser cambiado. Se trata de cuestión de principios, de convicciones acerca de aspectos básicos en los que no se puede ceder porque ello equivaldría a ceder la Revolución.

Por demás, todo sistema educativo está estratégicamente dirigido a sostener la espina dorsal, por decirlo así, del sistema político de una nación. El que conoce bien por dentro el sistema de educación capitalista lo sabe muy bien. Sabe también que es puro humo la supuesta autonomía y que es letra muerta en el mundo actual muchas y las más importantes declaratorias del llamado derecho internacional.

Los que tienen las riendas del poder económico y cultural mundial no respetan cuando le es necesario, ni sus propias leyes nacionales, y ese mismo cuerpo legal exigen que sea respetado por otros, para mantenerlos subyugados, o para facilitar el desmontaje de los sistemas que le incomodan. Entonces, quien está convencido de esas verdades y no cae en la trampa de los que quieren rizar el rizo, comprende mejor la declaratoria de la Viceministra aunque pueda aceptar que pudo decir lo mismo con otro modo de expresión que no sirviera en bandeja la oportunidad de hablar de rigidez: la educación cubana debe conducirse y sostenerse en los principios medulares y básicos del socialismo al que aspiramos, el Partido Comunista es la fuerza dirigente superior de la sociedad cubana, y la piedra basal de los principios que sostienen la arquitectura de nuestra sociedad es, filosóficamente, el de la tradición cubana, y en lo universal, el marxismo y el leninismo.

Hay un aspecto cuasi anecdótico que revela la mala intención, la animadversión con que se ha manejado este asunto por ciertos círculos de comentaristas que se presentan en las redes como la izquierda que lidia contra el burocratismo, tanto como contra la burocracia, y que parecen incapaces de distinguir entre ambos, en una especie de furor ciego que arremete contra todo. Pero al fin y al cabo un blog es como la sala de su casa, donde se puede hablar de un tema serio lo mismo que chismorrear del vecino y donde cualquier ligera juicio o desafuero haya su habitación. Pero son manifestaciones sintomáticas, indicativas.

Si ud quiere criticar fraternalmente, si es constructivo y educador, haya, como decía Martí, un modo suave de enmendar un error de expresión, ortográfico o de redacción. Pues no fue así, sino todo lo contrario. Pero eso, siendo importante, no es el tema. Pero nos indica cómo se posicionan, hasta emocionalmente, los opinantes, cuando el blanco a que disparan va más allá de una figura que sólo sirve de pretexto para apuntalar objetivos de mayor alcance.

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