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Por: Ileana González
Fidel y sus compañeros que asaltaron el Moncada no dejaron morir en el olvido el legado del apóstol en el año de su centenario. 64 años después vuelve el Comandante invicto a salvar a Martí, esta vez de la furia de los elementos, porque las ideas y sentimientos que llevaron a un niño a rescatar un busto del más universal de los cubanos de entre los escombros y las aguas, no llegaron con los vientos de Irma, las sembró en su corazón y en el de millones de cubanos, la Revolución, Fidel, ese Fidel en el que tanto se ha pensado y mucho se ha hablado en estos días difíciles.
El pueblo invocó su nombre en cada coyuntura de la batalla contra la furia de la naturaleza, exigió su presencia. Sí, Comandante, porque le pedimos que estuviera con nosotros en esos momentos duros y usted no nos falló. Respondió como siempre y volvió multiplicado en cada cubano que se negó a dejarse aplastar por la desgracia y siguió luchando, en los que pusieron el deber por delante de cualquier otro imperativo, en los que se jugaron la vida por proteger la de los demás, en el campesino que batalla por recuperar su cosecha para alimentarnos y no se aprovecha de la situación para especular, en el soldado que hombro con hombro con su pueblo contribuye a resarcir los daños, en el trabajador de comunales que anónimamente limpia las calles de escombros quizás con su casa arrasada, en el trabajador de la electricidad que incansable escala poste a poste con riesgo para su vida para llevar luz a los hogares mientras el suyo tal vez permanezca a oscuras, en el niño que ayuda a ordenar con entusiasmo su escuela, cuando su casa es ya solo un recuerdo. En todos ellos ha estado usted, porque ese espíritu de lucha, esa fe en la victoria, esos sentimientos de solidaridad y desinterés, ese altruismo y colectivismo, así como esa confianza en nuestras fuerzas, se la debemos a usted Comandante, por eso una y mil veces gracias por su vida y por su ejemplo.
Siga tirando de nosotros con sus sueños que son los nuestros.