“Vamos para el MINCULT”. “Vamos para el MINCIN”. “Todos juntos a la Plaza de la Revolución”. “Vamos mejor para el Capitolio”. “Vamos para la Embajada de los Estados Unidos”. De aquí para allá y de allá para acá. Parecen voces y mensajes de ultratumba en Telegram, WhatsApp, Facebook y Messenger.
Los que escriben estos mensajes no los conozco, pero resulta que ahora somos grupo y confidentes para consumar propósitos. “Somos”, o, mejor dicho, pretenden que “seamos” prójimos de una causa unánime que está más cerca del “rarismo” que de la verdad.
Se le llama convocatoria para protestar, y puede hacerse, por cualquier cosa. Incluso, hasta existen quien se ha identificado con las cruzadas, pero ante su juicio ha decidido no inmiscuirse y observar sin emitir criterios, lo que, en ocasiones, es peor.
Este país está lleno de inconformidades, de gente que quiere algo mejor, por supuesto. Como las tengo yo, o cualquiera. Pero debemos estar claro en algo, y es que por estos días han circulado un sin número de convocatoria subterráneas y a escondidas del enramado social público, que me obligan a pensar en la existencia de intereses recónditos que entretejen crisis y la alientan con posiciones hegemónicas. No es que desee ver al enemigo histórico en todos los frentes, pero los veo. El gobierno de los Estados Unidos jamás ha jugado muy limpio que digamos. ¿Estarán disparando sus últimos cartuchazos en la era trumpista contra Cuba? No lo creo.
Sin embargo, algo me obliga a pensar que existen personas desesperadas porque la Revolución Cubana caiga de una vez y por todas. También está aquel que busca cobrar monetariamente lo que le falta o estar en la palestra como “opositor” para ganar mercado internacional.
Las redes sociales no son la vida, pero a veces, nos subyugan la realidad, porque nos asociamos en nichos y asumimos un roll monopolizado por conflictos, intereses y preferencias. Quienes hoy incentivan a la multitud “de a pie” a veces tienen rostros y otras no. El enigma mediático está servido a modo de repudio o protesta. La idea es reclamar derechos y justicia en el pleno protagonismo humano.
En el acto se pueden congregar gente definida, engañada, con faltas de información y muchas más. Estar presente puede ayudar a la interpretación de lo que ocurre, pero también pude cegar en plena contradicción, sobre todo, cuando no se tiene en cuenta que a través de la historia de Cuba en Revolución se han ganado espacios de debates y diálogo, se ha dado un lugar al que no lo tenía, y falta aún camino por andar. Verlo así, ayuda a aproximar objetivos que son banderas personales o colectivas.
No sé si me cabe la razón. No sé si mi voz no se escucha. Sólo entiendo este padecimiento de insomnios lapidarios cuando suelen cabalgar en redes sociales, una y otra convocatoria con un tufillo a manipulación.
Resultó ser que un día, a mi país, lo quisieron ver amortajado. Después se convirtió en algo frecuente, y me duele coño porque lo sufro en carne viva. Siento como cualquier cubano que esta tierra es mi casa, y aunque ya no puedo caminar sin que una sola de sus manchas me moleste, me enfada mucho más, las mezquindades externas que las provocan y generan el revuelo. Para eso, creerse intelectual, artista o persona común con profesiones disímiles, no basta. No basta ni tan siquiera lo que se lee, escucha o se sabe.
Quien me convoque para defender a la Revolución de Cuba, digo PRESENTE. Quien me convoque para traicionarla, digo “NO ME SIRVE”. Lo que viví hoy en el Parque Trillo en La Habana, fue una confirmación de mi respuesta, a la vez, la evidente ausencia, de quienes han protestado en estos días, y no estuvieron allí, aunque estaban invitados.
Un comentario sobre “Cuando las convocatorias de protesta están de moda en cuba”