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Roberto anda siempre con los ojos bien abiertos, para ver, en especial, los “grises”. Entonces apunta con el dedo y dispara balas verbales, que intentan convertirlo casi todo en negro.
Por supuesto, tiene varios nombres y rostros, habla “bonito”, con cierta entonación y acompaña sus expresiones con gestos.
Él crítica a uno y a otro, a esto y aquello, al jefe y al seleccionado como mejor trabajador…, sin embargo, nunca habla de frente. En las reuniones, “cuchichea” algo al de al lado, pero jamás alza la mano.
Conozco a varios Roberto, aunque algunos son apenas bebés ante el motivador de estas líneas, alguien con quien compartí durante varios días, y a quien me acerqué para dialogar sobre el tema, con el deseo de despertar reflexiones sobre la necesidad de señalar, pero también de hacer para contribuir al mejoramiento de lo más cercano, la nación y sus esencias.
Varios hasta mandan papelitos, firmados por Anónimo, un ser indefinible que, muchas veces, solo quiere dañar.
En esta Cuba tan nuestra, que aspira a la perfección constante, no son opciones la pasividad, el caminar con los ojos cerrados ni el preferir el silencio antes que señalar un problema.
Tenemos que ser protagonistas, Quijotes de este tiempo, si fuese necesario, con pensamientos, búsqueda de soluciones y, sobre todo, con pasos en la realidad hacia las concreciones de anhelos, junto al Partido y otras organizaciones.
Pero eso debemos lograrlo como revolucionarios verdaderos, con valor profesional y personal, con espíritu constructivo y deseos de aportar desde la utilidad. Subrayo que los decisores siempre deberán “cogerla” con el problema y jamás contra el emisor.
Todos debiéramos constituir un equipo enorme a favor de más conquistas en esta nación de tantos retos, triunfos y sueños. Por supuesto, que para eso la crítica constructiva es uno de los mejores alimentos, por lo cual es tan importante cultivarla y aprovecharla.
Es casi imposible que los señalamientos sean motivos de alegría, pero debemos acogerlos con madurez e inteligencia, conscientes de su valor para superar dificultades y ser mejores.
Cada quien debe comprender que la vida no es andar de paseo por las riberas, ni navegar por un río siempre apacible, debemos imponernos desafíos individuales, pero, sobre todo, colectivos, por eso es tan importante que cada centro de trabajo, comunidad, barrio, escuela… aproveche cada vez más la contribución del grupo, con ambientes fraternales y creativos, pues la fuerza y talento de uno jamás será comparable con la de muchos, unidos como familia en la búsqueda de objetivos comunes.
La conformidad en cuanto a la perfección de nuestro proyecto social jamás deberá ser una opción. Contribuyamos a esa mejoría, con palabras y acciones, consecuentes con los principios de la nación, desde adentro, y en eso tenemos mucha responsabilidad las nuevas generaciones, junto a los de más experiencia.
Me entusiasma la participación que se da a los jóvenes en la provincia de Granma y sé que en otras del país, con protagonismo en el diseño de estrategias recreativas y de otro tipo, que nos digan “cuánto más podemos hacer para que todo funcione mejor”.
Sueño, luego existo, es el nombre de un grupo integrado por muchachos de diferentes sectores de ese territorio oriental, quienes intercambian y expresan ideas con la pretensión de reflejar los intereses de una generación.
Ese piquete de inquietos está consciente de que es preciso ser alegres, pero profundos, propositivos y comprometidos con el país y su historia.
El triunfo dependerá del trabajo conjunto. La pasión, el amor, los principios, la sinergia y los avances son claves. No se trata de andar con agujas en la lengua para pinchar sueños, sino para tejer más conquistas, especialmente, en la práctica.