A propósito de un anticomunista (y sionista) que defiende «la diversidad política»

Tomado del Facebook de Carlos Aristides Luque.

Es coherente que un anticomunista confeso – (por añadidura sionista auto declarado, aunque nada le impida presentarse también como respetuoso de ¡los derechos humanos universales!) – procure desvincular el patriotismo cubano del hecho que fue la revolución socialista triunfante, de aspiración comunista, el suceso histórico que creó las condiciones de posibilidad para que, al fin, en la patria se hicieran realidad las aspiraciones por la que lucharan los mejores patriotas en las guerras de liberación.

Pueden sobrevivir, y desgraciadamente existen, Patrias sin independencia ni soberanía. Son las Patrias en parto, incompletas, nonatas aún. Son las sometidas a la voluntad de otros que la subyugan. Serían Patrias, esas, que mal puede proteger a sus hijos. Patrias que pueden ser castigadas por las iras ciegas de la naturaleza a las que, en su mal momento, un grosero emperador les lanza al rostro una tira de papel.

La nación va adquiriendo forma después de larga sedimentación de la conciencia de identidad, cuando un pueblo comienza a percibirse a sí mismo y sus destinos en un espacio geográfico, o espiritual, y cultural dado. Pero mal puede una Nación acoger y proteger a sus moradores, sin independencia, soberanía y la dignidad que surge de cometer sus propios errores y aciertos, con imposición, sumisión y obediencia a intereses ajenos.
La Revolución cubana fue un hito de esa larga e incesante transformación que es toda entidad nacional en su devenir, en indetenible dinámica. Pero, siendo un hito más, fue el momento cenital en que la Patria encontró su definición mejor: la independencia, la voluntad soberana de sus moradores se hizo realidad.

Que esa definición fuera socialista, a la vez que obedeció a una coyuntura histórica, respondió también a un universal ético: el capitalismo desde hace mucho tiempo ya no tiene respuestas para la humanidad. Es decir, el socialismo tiene una razón histórica indisputable e irrefutable. No es irreversible en Cuba sino la voluntad mayoritaria de lograrlo, pero algo distinto al capitalismo es necesidad urgente de la humanidad.

No es plausible hoy en Cuba, ni con acierto ético, ni racional, separar el patriotismo de la Revolución. Sencillamente porque el principal y más fuerte valladar que impide regresarla a su estado de indefensión anterior ante los apetitos imperialistas, es la Revolución hoy en el poder.

El anticomunista, por supuesto, niega esa evidencia. Lo hace apelando a los derechos de la “diversidad política”, aunque la mayoría de sus voceros, traten de ocultar que de esa pluralidad formaría parte el anticomunismo y cualquier otro falso matiz con que suele disfrazarse la derecha: sea la socialdemocracia, o las propuestas de terceras vías, como senderos que se bifurcan para coincidir, tarde o temprano, con los capitalismos.

El patriota que se opone al bloqueo, puede ser un buen patriota. El patriota que comprende y acepta la razón histórica y ética de la Revolución, por ese solo motivo no es mejor patriota que aquel, sólo es un patriota más lúcido, y por ello, mucho más apto para defenderla. El patriota que se opone al bloqueo, pero es anticomunista militante, sería tal vez un buen patriota en tanto en cuanto su esfuerzo podría ayudar a denunciar el bloqueo. Pero eso no bastaría, no obstante, porque es un mínimo ético y racional hoy: sin bloqueo nos quiere la mayoría de la comunidad mundial, sin bloqueo también nos querría Obama, y su objetivo, lograr por otros medios que Cuba renunciara o entregara el socialismo, podría ser la consecuencia de una Patria sin bloqueo, pero sin Revolución en el poder.

Como el patriota que se opone al bloqueo es un buen patriota, por esa razón los que contribuyeron a diseñar la estrategia obamiana ostentan en público a cada rato ese blasón. Por ello se les puede dar, diplomáticamente, la mano. Pero no puede entregárseles el brazo de la Revolución y el Socialismo.

Si, la Revolución tiene que preservarse y defenderse del error que consiste en apoyar y difundir, incluso en los propios medios de guerra mediática enemiga, juicios y criterios que se aúnan a la corriente anticomunista y antirrevolucionaria, algunos de los que se oponen al bloqueo también comienzan a apoyar y defender a los que cometen ese error, en nombre del respeto a la diversidad política.

Pero la diversidad política dentro de la Revolución consiste en la diversidad de criterios distintos, y hasta opuestos, que se dirijan a lograr lo que la revolución se propone: una Patria soberana, independiente, pero anticapitalista y antimperialista, o lo que es lo mismo en el ámbito histórico cubano: socialista. Si un anticomunista en nombre del derecho internacional sale en defensa de la pluralidad política en Cuba, ¿qué propone para Cuba? Sí, propone un Estado de Derecho supuestamente no capitalista, pero tampoco Socialista. ¿Y qué es eso?

El Estado Socialista de Derecho no debe concebirse, no es, el Estado Burgués y Capitalista de Derecho. La falta del apellido definidor es un recurso para no revelar quién tiene el control del derecho: en efecto, el Estado de Derecho a secas es un concepto vacío, porque excluye la noción de que el Derecho del Poder del Dinero arrasa, sobrepasa y aniquila sus propias en apariencia neutrales e imparciales leyes, allí donde sea necesario hacerlo. Si por ahora no se vislumbra la posibilidad de que resurjan las sangrientas tiranías, es porque en su lugar pueden imponerse las tiranías incruentas del poder económico, sobre todo cuando controla los resortes fundamentales del poder político y económico que les permite inclinar a su favor la balanza de la diosa de la ley.

En los hechos tozudos todo viene a demostrarlo con creces: el Derecho es inocuo para los poderosos, porque apenas lo necesita para dirimir e equilibrar el desafuero de sus ambiciones encontradas, o en conflicto con otros poderosos. Al contrario, el derecho existe porque es necesario para controlar y moderar las exigencias e insatisfacciones de los sometidos. Sus exigencias son las verdaderamente antagónicas a los intereses de lo que gozan del control del Poder Económico. Por ello se acude y respeta la ley mucho más cuando lo que se dirime son los derechos de la propiedad, que cuando lo que se discute es el derecho a la rebelión, la expropiación o las simples mejorías mayoritarias de la sociedad.

El pensamiento más sofisticado que ha salido raudo y veloz al ataque en estos días, alineándose a la ofensiva mediática que “denuncia” la supuesta coerción del pensamiento en la Universidad cubana maneja a veces sutiles, a veces más groseros argumentos, que debemos ser capaces de refutar.
Interpretan que la unidad política de los cubanos consiste en pretender que todos pensemos igual. Basta leer las opiniones populares sobre diversos temas que se discuten hoy en Cuba para comprobar que la heterogeneidad de criterios tiene su cauce libre de expresión y respeto.

Pero en sus sutilezas, algún intelectual anticomunista, socialdemócrata y sionista oculta que, como anticomunista que es, su deseo sería que en esa diversidad política el anticomunismo encontrara su lugar. Lo que no tiene en cuenta es que, si como dice el susodicho de marras, “el patriotismo es lealtad al país”, la lealtad no es solamente hoy denunciar al bloqueo: la lealtad es comprender cómo se defiende hoy a Cuba del imperialismo: la Revolución socialista sigue siendo el más efectivo escudo de la Patria. Ni el anticomunismo, pero tampoco las sutiles colaboraciones con las plataformas de la subversión, deben ser toleradas.

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